Los Pasos En Acción 1, 2, 3

Primer Paso

Admitimos que éramos impotentes ante la lujuria y que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables.

El primer paso consiste en una absoluta admisión de derrota. “Estamos vencidos” -decíamos-,  “no podíamos abandonar nuestras prácticas enfermizas”. La lujuria nos estaba matando. Pero es en esta admisión de nuestra debilidad donde recibimos un regalo inesperado. En la aceptación de la realidad, reconociendo nuestra enfermedad y asumiendo nuestro fracaso, fue como hallamos la esperanza. Era el comienzo de la capitulación. Empezamos a caminar por la senda que nos conduce a la recuperación.

Empecemos por examinar las palabras que contiene el Paso:

¿Qué significa admitimos? Muy sencillo. Yo solo no puedo. El “nosotros” reemplaza al “yo”. No bastaba con que yo admitiera que soy sexólico, tenía que admitirlo con ustedes. Yo lo admito, tú lo admites, nosotros lo admitimos.  Cuando admitimos nuestra impotencia a otros, y éstos a su vez admiten la suya, ocurre algo especial. Reconociendo la verdad sobre nosotros mismos, disminuye el poder que nuestros secretos tenían sobre nosotros. Parte de la culpa y de la vergüenza se desvanecen, y comenzamos a ver con honestidad qué es lo que de verdad ocurre en nuestras vidas. Es ahí donde recibimos ese regalo.

¿Qué es aquello que admitimos? Admitimos que somos impotentes. ¿Qué significa “impotente”?. Así lo describe un miembro:

Mi automóvil se queda parado en mitad de la vía de un tren y no arranca. Me quedo encerrado en el vehículo. No puedo abrir la puerta; no puedo abrir la ventana; no puedo salir. Viene el tren y no tengo poder para evitar que el tren se lleve mi automóvil por delante ni tampoco para salir de éste y ponerme a salvo. ¿Qué es aquello sobre lo que no tengo poder?. Ese tren que se abalanza sobre mí es la lujuria. No se  trata de que yo sea impotente ante mis actos sexuales compulsivos.  Soy impotente ante la lujuria.

¿En qué consiste entonces la lujuria?. La lujuria consiste en pensamientos y emociones desmedidos e irracionales que nos llevan a usar o a manipular a otros, a nosotros mismos o a objetos, con un ánimo autocomplaciente y autodestructivo. Lujuria es lo que obtenemos cuando imponemos una actitud espiritualmente distorsionada sobre un impulso natural. Es una obsesión. Nos vemos arrastrados sin remedio a ella, produciéndonos una y otra vez un dolor persistente a cambio de breves momentos de placer.  Cuanto más practicamos la lujuria, mayor es el hambre que nos provoca; cuanto más practicamos la lujuria, mayor es el hambre que nos provoca; cuanto mayor es el hambre, más la practicamos. Cualquier esfuerzo por controlarla o detenerla se topa con una reacción en nuestro cerebro, el cual espera aquello que le ha venido estimulando y cuya carencia percibe como una privación. La compulsión hace que la obsesión sea cada vez mayor. De forma que, por mucho que cada vez seamos más conscientes de que tenemos un problema, volvemos con nuestro automóvil una y otra vez a las vías del tren.

Si pensamos en algo, y ese pensamiento lo repetimos de forma emotiva en nuestra cabeza una y otra vez, al final ese algo se convierte en realidad. En otras palabras, un edificio no se construye poniendo un ladrillo sobre otro; se crea a partir de una idea del arquitecto que primero pensó, luego soñó, y sobre la que luego trabajó y se esforzó para que se hiciera realidad. Si dejamos que un pensamiento lujurioso persista en nuestra mente sin hacer algo al respecto, iniciaremos todos los cambios físicos, mentales, espirituales, emocionales y neuronales  que se producen dentro de nosotros. Si estos pensamientos de lujuria se repiten, al final los habremos hecho realidad. Lo que hemos creado (sexo con nosotros mismos, fuera del matrimonio o cualquier otra forma destructiva de practicar la adicción) no es sino el resultado de la lujuria. La lujuria es más poderosa que nosotros.

Es fundamental que tomemos conciencia del problema si queremos lograr la sobriedad. Uno de los mayores obstáculos que nos encontramos para alcanzar ésta y permanecer sobrios es nuestra incapacidad de comprender, aceptar y admitir en toda su extensión nuestra impotencia ante la lujuria. Es nuestra admisión de impotencia la que nos conduce hacia la libertad física, mental y espiritual. Esta es la clave de la impotencia para el sexólico: realizamos un acto como consecuencia de la lujuria, obtenemos un resultado negativo, y sin embargo volvemos a repetirlo con la vana esperanza de que esta vez el resultado sera diferente. Esta es la clave de nuestra impotencia, y como resultado nuestras vidas se vuelven ingobernables.

La segunda parte de este paso nos habla de la ingobernabilidad. Se trata de nuestra incapacidad para enfrentarnos a la vida tal y como es, en la medida en que nuestro comportamiento y pensamiento sexólicos esten  presentes. Nuestra experiencia nos demuestra que una vida gobernada por la lujuria arrastra consigo confusión, caos, miseria y desastre. Algunos de nosotros hemos sido arrestados por nuestras prácticas adictivas; otros tuvieron más suerte y no fueron atrapados. Hemos sufrido de múltiples maneras y hemos hecho sufrir a otros, incluidos aquellos a quienes más queríamos. Hemos perdido matrimonios, o hemos ido de un matrimonio vacío a otro durante años. Estábamos demasiado absortos en nuestra droga de lujuria como para procurar la intimidad o para prestar atención a las necesidades más básicas de nuestros maridos, esposas o hijos. No escuchábamos a nuestra conciencia e invocábamos la ayuda de Dios, mientras seguíamos con nuestras conductas enfermizas. Experimentábamos una repulsión moral por hacer aquello que no queríamos hacer, y que sin embargo nos veíamos compelidos a practicar.

Algunos de nosotros hemos perdido amigos, o hemos sido incapaces de tenerlos. Hemos evitado a personas o trabajos porque teníamos miedo. Muchos éramos incapaces de tener y mantener ningún tipo de relación íntima porque teníamos que proteger nuestros secretos. Hemos perdido trabajos o hemos subsistido en cargos poco gratificantes y a menudo mal remunerados porque nuestra energía no estaba puesta en nuestro trabajo. Nos hemos pasado buena parte de nuestras vidas balanceándonos al borde del abismo. Hemos echado por tierra carreras, hogares y vidas. Algunos hemos estado hospitalizados por depresión, otros han tratado de suicidarse, y algunos más se han suicidado, porque el sexolismo destrozaba nuestro ser físico, emocional y espiritual.

En el Primer Paso admitimos que éramos impotentes y que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables. Lo admitimos a nosotros mismos, a nuestro padrino o madrina, y ante nuestro grupo. Salimos de nuestro aislamiento; al fin sacamos a la luz nuestros secretos. Fue desde el momento que mostramos nuestra debilidad cuando empezamos a encontrar esperanza.

Testimonios de los miembros de SA

¦¦ 1 ¦¦

Para mí fue sencillo. Me vi forzado a admitir la derrota. Movido por mi ego no podía ni quería admitirla. Y si no admitía que había sido derrotado, significaba entonces que no había claudicado, y que por tanto no cedería; ya encontraría la forma. De ningún modo estaba dispuesto a derrotarme, mi vida estaba descontrolada y sin embargo creía que podía hacer que funcionar, podía hacer que fuera diferente, sólo necesitaba otra oportunidad. Una y otra vez practicaba los mismos actos lujuriosos, una y otra vez, las mismas promesas de dejar de practicarlos. No importaba lo mucho que me esforzara, no podía parar.

Totalmente descontrolado, al fin me derroté, la lujuria me había vencido. Hice una llamada telefónica y admití que yo solo no podía parar, necesitaba ayuda, estaba perdido en mi interior y solo, no tenía dónde ir. Desesperado, derrotado en todos los sentidos, solté las riendas y vine a SA. Sólo cuando me vi vencido pude escuchar a otros miembros decir "suelta las riendas y entrégaselo a Dios". Entonces, y sólo entonces, pude comprender que este era un programa que funciona desde el "nosotros", que nunca tendría que trabajarlo solo.

¦¦ 2 ¦¦

Me dí cuenta de que intentar trabajar este paso sin un padrino era una tarea inútil y desesperanzadora. Tuve que reconocer que el Primer Paso trata sobre la parte de "nosotros" de que habla el programa de SA. Puesto que ya tenía las "doce instrucciones", con mi aguda mente sexólica pensé que con solamente ir a las reuniones podía hacer este programa yo solo, sin necesidad de un padrino. Confiaba en que el grupo me proporcionaría apoyo, compañerismo y un lugar donde depositar toda mi basura emocional. Se me olvidaba que eran mis mejores ideas las que me habían llevado al caos en que se había convertido eso que yo llamaba mi vida. Con una recaída detrás de otra, fui incapaz de mantenerme sobrio hasta que estuve dispuesto a tener la confianza en otro miembro para que fuera mi padrino, así como a escuchar sus indicaciones y sugerencias acerca de mi trabajo de los pasos. Por fin pude confiarle todos mis secretos; me hizo comprender que un primer paso sin ayuda no era sino un primer paso incompleto. Siguiendo por completo sus indicaciones pude parar de recaer y alcanzar el primer periodo de sobriedad sexual de mi vida adulta.

Volví a escribir mi primer paso con la guía de mi padrino. Esta vez decidí leérselo a mi grupo. Para mí, la aceptación del grupo y que no me condenaran ni me juzgaran, aun habiendo conocido mis más oscuros secretos, fue lo más parecido al amor incondicional que había experimentado en mi vida. Después de haberlo leído, sentí una libertad verdadera.

¦¦ 3 ¦¦

A medida que me iba desintoxicando de mi lujuria y mis prácticas adictivas, sentía cómo la enfermedad me atacaba en lo más hondo; mi impotencia había ido más lejos de lo que había imaginado. Un día, mientras daba mi paseo diario, me di cuenta de que estaba rastreando un lado y otro de una calle concurrida en busca de objetos con que satisfacer mi lujuria. Era un mecanismo automático que mi mente accionaba cuando estaba en ciertos lugares públicos. A veces parecía que mi primer impulso ante cualquier persona, lugar o emoción era de lujuria. El segundo era de vergüenza. Llegué a calificar a estos impulsos de lujuria y de vergüenza como de artritis del alma. Hasta que no los acepté  con el espíritu del primer paso, no estuve preparado para pedir y recibir el alivio y la fortaleza de mi Poder Superior.

¦¦ 4 ¦¦

Nuestra familia se había mudado hacía poco a otra ciudad; mi esposa estaba embarazada de nuestro segundo hijo. Había estado enganchado a mis comportamientos sexuales compulsivos durante veintiocho años. De manera progresiva, la lujuria estaba dominando mi vida. Una vez más, esperaba que cambiando de lugar y de profesión podría detener la práctica de la adicción, pero descubrí que ésta aún aumentaba con mayor frecuencia y virulencia. Como tenía poco tiempo durante el día para practicarla, empecé a levantarme de madrugada para pasar a mis rituales -mientras mi familia estaba durmiendo. Había cruzado otra barrera.

Cada vez pasaba más tiempo durante el día fantaseando acerca de lo que iba a hacer por la noche. Mis pensamientos lujuriosos eran cada vez  más tenebrosos y destructivos; tenía la clara intuición de que  no viviría para ver dar a luz a mi mujer. Para la mayor parte de la gente daba la impresión de que mi vida era estupenda; nadie podía haber imaginado lo ingobernable que era en verdad. Me esforzaba por ocultárselo a todo el mundo, sobre todo a mí mismo. Mantenía de hecho una doble vida que ponía en peligro todo aquello que más quería.

Mi obsesión con la lujuria me había llevado a cruzar una barrera tras otra. Por ejemplo, me había prometido a mí mismo que nunca practicaría la adicción en el trabajo. Sin embargo, eso es precisamente lo que llevaba haciendo durante meses, desde que había sido ascendido. Mi jefe una vez entró en la habitación de al lado y me llamó mientras yo estaba con mi adicción; si hubiese llegado a caminar unos pasos más habría perdido mi trabajo y me hubiera tenido que enfrentar a las consecuencias legales y a que todos lo supieran. Me hubiera tenido que separar de mi familia, a la que yo tanto quería.

La lectura del libro Sexólicos Anónimos me ayudó a darme cuenta de que era un sexólico y de que yo solo no podía mantenerme sobrio. SA me ayudó a comprender que la lujuria era la fuerza impulsora de todos mis comportamientos sexuales, y que la victoria progresiva sobre la misma era el único camino hacia la libertad. Había intentado detener mis comportamientos compulsivos, pero éstos eran solamente síntomas de mi verdadero problema: la lujuria. Más adelante SA me enseñaría también que no podía vivir en ese agujero infectado de resentimientos en que estaba.

Los Doce Pasos y las Doce Tradiciones me hicieron ver con claridad que mi recuperación empieza por la aceptación de mi "devastadora debilidad y de todas sus consecuencias". Esto me ayudó a comprender que sólo podría recuperarme si me sujeto al programa de Sexólicos Anónimos de la misma manera que una persona que se está ahogando se agarra a un salvavidas.

¦¦ 5 ¦¦

Mucho antes de que encontrara un nombre para mi problema -sexolismo-, yo ya sabía que era impotente ante el mismo. Había intentado parar innumerables veces, y siempre había fracasado. Con los años, había llegado a aceptar este oscuro secreto como parte de mi vida.

Descubrir que existía SA me dio esperanza. En mi primera reunión me identifiqué de inmediato con las personas que compartían acerca de su impotencia ante la lujuria y sus prácticas sexuales adictivas. Me dijeron que sólo un poder más grande que ellos mismos podía liberarles de esa lujuria. Sin embargo, no comprendía lo que me explicaban acerca de cómo sus vidas se habían vuelto ingobernables. Incluso habiendo trabajado mi Primer Paso durante cuatro meses en el programa, aún no había captado de qué manera mi vida se había descontrolado.

Tres meses después, ingresé en un centro de tratamiento para adictos al sexo. Le dije a mi terapeuta que comprendía la parte del Primer Paso que trataba de la impotencia, pero que no llegaba a ver en qué consistía mi ingobernabilidad. Con voz calmada, ella me recordó algo que era obvio: "En primer lugar, estás ingresado en un centro siquiátrico para someterte a un tratamiento de treinta y cinco días que va a costarte unos 20.000 dólares. Eso me parece un poco ingobernable". De mala gana tuve que admitir que tenía razón, pero añadí: "bueno, pero aparte de eso, no veo ingobernabilidad alguna por ninguna parte". A lo que ella respondió: "muy bien, no estás trabajando durante estas cinco semanas, estás a ochocientas millas de tu mujer..." La relación que hizo de estos hechos me ayudó a romper con mi negación. Hice una lista de más de treinta episodios en los que mi sexolismo había hecho mi vida ingobernable. El peso de mi adicción sobre mi vida había sido demoledor.

A medida que mi sobriedad se ha ido fortaleciendo con los años mediante el trabajo de los pasos, he llegado a darme cuenta de las múltiples formas  en que mi vida se había vuelto ingobernable a causa de mi sexolismo. Me resulta de verdad desconcertante que no fuera capaz de darme cuenta hasta que estuve algún tiempo en recuperación. Viéndolo con cierta perspectiva, ahora veo que en verdad no quería admitir que estaba tan enfermo como cualquiera de los presentes en aquellas reuniones de SA. Creo que mi enfermedad quería hacerme creer que de alguna forma yo era diferente.

Lo bueno es que hoy ya no tengo que vivir con esa ingobernabilidad. Mi vida en recuperación es prueba suficiente de que tengo sobriedad y serenidad, siempre que asista a las reuniones, trabaje los pasos y las tradiciones en todas las facetas de mi vida, llame a mi padrino con regularidad, siga sus instrucciones, y deje que sea Dios quien dirija mi vida.

Los pasos en acción

Primer Paso

Una versión personal del Primer Paso

Mi padrino me indicó que extrajera aquellas palabras que fueran claves en el texto del Primer Paso, y que escribiera el significado de cada una. Luego nos sentamos los dos a examinar cuál habia sido el resultado de esta tarea -una hoja llena de definiciones-, y a rodear con un círculo aquellas que parecían más aplicables. Mi lista era algo así como:

Admitir: reconocer, aceptar, confesar.

Impotente: indefenso, incapaz.

Ingobernable: incontrolable.

Nuestras vidas se definen por nuestros pensamientos, emociones y acciones.

Luego escribí una breve relación de aquellas prácticas sexuales y disparadores que me trajeron a SA. Mi lista era algo así como: masturbación, chats por internet, imágenes en internet, imágenes y vídeos pornográficos, convertir a las personas en objetos sexuales, y fantasías románticas. Utilizando toda esta información, escribí mi versión personal del Primer Paso:

"Admito que soy incapaz por completo de controlar mi lujuria, tal y como se manifiesta en la masturbación, imágenes por internet, chats por internet, pornografía, convirtiendo a las personas en objetos sexuales, y en la fantasía romántica, y que he perdido el control sobre mis pensamientos, emociones y acciones".

Mi padrino me dijo que escribiera esta versión personal del primer paso en una cartulina pequeña, y que la llevara conmigo a fin de que a diario me recordara a mí mismo por qué soy un miembro de SA. A continuación, comencé el inventario del primer paso.

La elaboración del inventario del primer paso

Cuando llegamos a Sexólicos Anónimos se nos dijo que fuéramos a tantas reuniones como fuera posible, conseguir números de teléfono y usarlos a diario, empezar a leer literatura todos los días, buscarnos un padrino (aunque fuera uno temporal) y empezar a trabajar los pasos. Necesitábamos de un padrino porque el engaño y la autojustificación formaban una parte tan importante de nosotros que nos creíamos nuestras propias mentiras. A causa de nuestra negación, seguíamos con nuestra forma de pensar y comportamientos sexólicos. Un padrino nos ayudaría a comprender cuál era nuestra verdadera condición.

También nos dijeron que necesitábamos escribir nuestro primer paso con la ayuda de nuestro padrino. El propósito de que el primer paso fuera por escrito consistía en que descubriéramos en lo más profundo de nosotros que éramos sexólicos, que éramos impotentes ante la lujuria, y que, valiéndonos solamente de nosotros mismos, nuestras vidas seguirían siendo ingobernables.

En la medida en que vamos viendo la verdad escrita acerca de nosotros mismos, este paso a menudo nos acarrea una sensación de incomodidad. Algunos nos hemos pasado tardes enteras en casa de nuestro padrino escribiendo la lista. Tener a alguien cerca puede ayudar a sentirnos a salvo de la lujuria, lo que nos permite estar cara a cara con el dolor, el miedo y la vergüenza. Otros han escrito sus inventarios en talleres donde un grupo de personas en recuperación nos reunimos y nos prestamos mutuo apoyo mientras escribimos acerca de nuestras dolorosas experiencias. Estas reuniones nos permitían hacer juntos lo que no podíamos hacer solos.

Nuestros padrinos nos dijeron que no nos pillara por sorpresa si algunas partes de este trabajo del primer paso nos disparaban o despertaban la lujuria, ya que podía ser normal que reaccionáramos con lujuria frente a cualquier emoción o situación. Cuando algo así ocurría, llamábamos inmediatamente por teléfono a otro miembro de la comunidad.

Una vez que escribimos nuestro inventario del primer paso, nos reunimos con nuestro padrino para revisarlo. Nuestro padrinos señalaban aquellos puntos que tenían más bien un propósito de impactar o de mostrarnos a nosotros mismos como víctimas, más que de admitir nuestra impotencia e ingobernabilidad. Nuestro padrino nos ayudó a escribir cada ejemplo de nuestra adicción de manera que relataran la verdad, sin adornarla y sin dramatizar, respetando además los sentimientos de los otros miembros que nos escucharan cuando lo leyéramos en el grupo. Evitábamos detalles específicos que pudieran detonar la lujuria o crear problemas legales a nosotros mismos o a otros miembros.

Cuando leamos el primer paso en una reunión destinada al efecto, no debemos describir imágenes de forma gráfica o explícita. Aunque a veces resulta necesario "sacar a la luz" imágenes que nos sobrepasan para que pierdan su fuerza, es mejor que esto lo hagamos en privado con un padrino o con otro miembro experimentado de SA. Por respeto a otros miembros del grupo, evitamos también el lenguaje grosero.

A muchos de nosotros nos daba vergüenza compartir los secretos que habíamos puesto por escrito, y aún así nuestro padrino nos pidió que leyéramos nuestro inventario del primer paso a nuestro grupo. A esto lo llamamos "sacar a la luz" nuestro primer paso. Esta idea nos asustaba. En las familias y vecindarios en que algunos de nosotros crecimos, mostrar nuestras debilidades a los demás era algo así como sangrar en medio de un bandada de tiburones. Algunos también nos temíamos que después de que hubiéramos compartido acerca de la naturaleza violenta, ofensiva o vergonzosa de nuestras prácticas adictivas, otros miembros reaccionaran de forma negativa, con enfado o repugnancia. !Puede que nos dijeran que nos largáramos!, y sin embargo, la respuesta del grupo era siempre muy distinta: en lugar de juzgarnos, recibimos su amor y su apoyo. En esta fraternidad siempre hablamos de romper brecha con nuestras debilidades. Este proceso del primer paso consiste en admitir nuestra impotencia. En la comprensión y aceptación de nuestra impotencia, está nuestro camino hacia la liberación.

Cuando escribimos el inventario del primer paso no estábamos componiendo ninguna obra literaria. Nos olvidamos de lo bien o mal que iba a que iba a quedar o a sonar a los demás. Garabateábamos la verdad sobre el papel tal y como la íbamos recordando. No te explayes acerca de quién fue la culpa. Los hechos de tu vida son precisamente eso: hechos. El propósito de este paso no consiste en juzgar si actuaste bien o mal, o cómo actuaron tus padres o cualquier otra persona; el propósito está en que admitas honestamente que eres impotente y que tu vida es ingobernable, y que lo hagas por tí mismo. Las siguientes preguntas son a modo de ejemplo; la mayoría de nosotros podremos fácilmente aportar aún más con la ayuda de nuestro padrino.

Empezamos con un vistazo a nuestro historial con el sexo.  Recapacitamos acerca de nuestros comportamientos, de cómo nos sentíamos cuando los practicábamos, y de cómo nos sentimos ahora. Respondíamos a preguntas tales como:

1. ¿Cuál es mi primer acto sexual que recuerde? ¿Tuvo algo de compulsivo o pervertido?

2. ¿Tuve alguna experiencia sexual fuera de lo común antes de la pubertad?

3. ¿Cuándo descubrí la masturbación? ¿Se convirtió en algo frecuente y compulsivo?

4. ¿Han ocupado mis fantasias románticas o sexuales buena parte de mi tiempo?

5. ¿Me visto de manera provocativa?

6.  ¿He sentido que debía de tener una relación con otra persona para estar a gusto conmigo mismo/a?

7. ¿He estado en varios “líos” o relaciones seguidos o a la vez?

8. ¿Cubría mis emociones con dosis de fantasia sexual o romántica?     

9. ¿Eran los "preparativos” de la relación o cortejar a una persona más importantes que la relación misma? ¿La práctica de la adicción ha saciado alguna vez mi “deseo de más”?

10.  ¿Me he dañado a mí mismo/a o a otros física, emocional o espiritualmente?

11. ¿Me he arrepentido de lo que he hecho, he sentido vergüenza o he estado deprimido/a como consecuencia de mis fantasías o mi conducta sexual? ¿Entraban mis conductas sexuales en conflicto con mis convicciones o creencias religiosas?

12. ¿Qué fue lo que finalmente me trajo a SA? ¿Cómo fueron los últimos episodios de mi adición?

A continuación, reflexiona acerca de la impotencia. Hazte preguntas tales como:

1. ¿He estado a veces tan borracho/a de lujuria que ya no era consciente del mundo que me rodeaba, o de las decisiones que tomaba?

2. ¿He llegado a extremos absurdos para conseguir pornografía, vivir en mis fantasías románticas, o estar con mi pareja?

3.  ¿Me he masturbado mientras conducía?. ¿He practicado la adicción en lugares públicos?

4. ¿He practicado el sexo con personas que no significaban nada para mí, o con personas que no me gustaban? ¿Convertía a las personas en objetos de mi lujuria? ¿Me fijaba solamente en aquellas personas de mi entorno que me resultaban atractivas?.

5.  ¿Qué es aquello que hice y que no quería hacer?. ¿Con quién o quiénes me he relacionado y con los que, en condiciones normales, nunca me hubiera relacionado? ¿A qué lugares he ido que, en condiciones normales, nunca hubiera ido?. ¿Está la lujuria controlando mi vida?

6. ¿Hice cosas que mi conciencia me decía que no debía estar haciendo? ¿Me puse a mí mismo/a en situaciones peligrosas?

7. ¿Me vestía, flirteaba o manipulaba a otros para que se me persiguiese con lujuria?

8. ¿Había determinadas zonas por las que no podía pasar con el coche sin practicar la adicción? ¿Iba a determinadas zonas o lugares para acechar o espiar a alguien?. ¿Me he sorprendido a mí mismo/a mirando por las ventanas?

9. ¿Hice cosas que me daban asco o me llenaban de vergüenza?

10. ¿Crucé barreras que me había puesto a mí mismo/a?. ¿Me resultaba imposible decir no?

11. ¿Qué promesas me hice a mí mismo/a o a otros?. ¿Las mantuve?

12. ¿Cuántas veces he intentado parar sin lograrlo? ¿Qué ocurría cuando no lo conseguía?

Haz ahora una lista de ejemplos de tu vida ingobernable, esto es, de cuáles son las consecuencias de tu adicción. A veces podrás identificar una consecuencia directa de un determinado episodio que antes habías descrito en la lista acerca de la "impotencia", y ahora situarla en la lista de la "ingobernabilidad". Las siguientes preguntas, a modo de ejemplo, pueden guiarte en tu reflexión:

1. ¿Cuánto tiempo he pasado obsesionado/a con el sexo?. ¿En qué medida ese tiempo que he empleado en la adicción ha afectado a otras áreas de mi vida?

2. ¿Cómo ha afectado mi enfermedad a mi vida familiar, mi(s) cónyuge(s), o, en su caso,  al hecho de no haber estado casado?,  ¿cómo ha afectado a mis hijos o, en su caso, al hecho de no haberlos tenido?.

3. ¿Qué otras relaciones he dañado por la práctica de la adicción o por mi obsesión. ¿Qué amistades he perdido?

4. ¿Ha frustrado la lujuria una relación valiosa con una persona, tanto si esa persona era o no el objeto de mi lujuria?

5. ¿De qué manera mi enfermedad ha afectado mi educación, mi desarrollo personal o a mis capacidades?

6. ¿Cómo ha afectado mi enfermedad a mi trabajo, a mi carrera profesional o a la posibilidad de haber sido ascendido de puesto?. ¿Podría haber sido despedido/a si me hubieran descubierto practicando la adicción?. ¿He sido despedido/a por causa de la adicción?

7. ¿Cómo ha afectado mi enfermedad a mi economía? ¿He perdido dinero o he incurrido en gastos excesivos? ¿Me he quedado atrapado/a en un trabajo mal remunerado?

8.  ¿Me perdía acontecimientos importantes para poder practicar la adicción?. ¿Me inventaba cosas que hacer, viajes o situaciones para poder practicar la adicción?

9.  ¿Cómo ha afectado mi enfermedad a mi reputación o a mi posición social?. ¿Ha afectado negativamente a mi imagen o a la de mis seres queridos?. ¿He estado sometido/a (o lo han estado ellos) a vigilancia por parte de las autoridades a causa de la práctica de mi adicción?. ¿Ha tenido mi adicción consecuencias legales?

10.  ¿He tenido (o lo ha tenido mi pareja) un embarazo indeseado?. ¿He abortado o he pagado un aborto para ocultar mi adicción?

11. ¿He contraído o contagiado alguna enfermedad de transmisión sexual?

12.¿Me han detenido alguna vez como consecuencia de mi adicción?. ¿Podía haber sido detenido/a por lo que he hecho?. ¿Me podían haber denunciado?

Si hubiéramos pensado que podíamos recuperarnos sin la ayuda del grupo, algunos de nosotros habríamos evitado (o al menos pospuesto) la lectura al grupo del primer paso. Sin embargo, nuestro miedo a volver a la adicción era más grande que el miedo a cómo el grupo pudiera reaccionar. El apoyo y la aceptación que recibimos mientras compartíamos nuestro primer paso nos ayudó a liberarnos de la carga de miedo y vergüenza que arrastrábamos. Empezábamos a ver que ya no estábamos solos; que habíamos encontrado un grupo de personas que comprendían nuestro problema y nos daban la bienvenida. Uno de los beneficios que se obtienen del primer paso es la liberación de la vergüenza, el miedo y el aislamiento; otra ventaja es que ahora -al haberlo hecho concienzudamente-,  teníamos una evidencia escrita de la naturaleza y gravedad de nuestra condición. Empezábamos a ver la verdad acerca de nosotros y de nuestra adicción.

Lecturas recomendadas:

Sugerimos a los miembros que lean y estudien las siguientes lecturas  antes de pasar al primer paso:

"Alcohólicos Anónimos" (traducción al castellano)

"La opinión del médico" pp. XVIII - XXIV

"La Historia de Bill" pp. 1 - 15

"Hay una solución",  Capítulo 2

"Más acerca del alcoholismo", Capítulo 3

Sexólicos Anónimos (traducción al castellano)

"El problema" pp. 26 -59

"La rendición -Los Pasos Primero, Segundo y Tercero, pp. 79 - 81

"El Primer Paso" pp. 83-89

Doce Pasos y Doce Tradiciones (Traducción al castellano)

"Primer Paso" pp. 19 - 22

Segundo Paso

Llegamos al convencimiento de que un poder superior a nosotros mismos podía devolvernos el sano juicio.

El primer paso nos sirvió para identificar el problema. Admitimos que éramos impotentes ante la lujuria; nos dimos cuenta de que nos habíamos enganchado a ella. Cada vez habíamos dedicado más tiempo y energía a nuestras fantasías sexuales, y la obsesión nos llevaba a practicar la adicción cada vez más. A pesar de las inevitables consecuencias, persistía nuestra falta de sano juicio, induciéndonos a creer que aún podíamos albergar lujuria sin problemas, que de alguna manera aún podríamos controlarla. La realidad era que la lujuria nos estaba dominando. La aceptación de que éramos sexólicos y de que no podíamos gobernar nuestras vidas nos condujo de forma natural al segundo paso en la búsqueda de una solución.

El segundo paso nos prometía que algún tipo de fuerza fuera de nosotros mismos nos proporcionaría alivio. En las reuniones de SA, los sexólicos en recuperación hablaban de un Poder Superior que les estaba devolviendo el sano juicio. Al principio, eso es todo lo que necesitábamos saber. Cuando empezamos a asistir a las reuniones no se nos pidió que creyéramos en la idea que otra persona tuviera de Dios. SA es un programa espiritual, no una religión. Como nos dicen los pasos tercero y undécimo, el Poder Superior de cada miembro es Dios, tal y como cada uno lo conciba.

Es muy cierto que llegamos con ideas y actitudes muy diferentes acerca de Dios, pero la enfermedad del sexolismo no discrimina credo o religión.  Muchos de nosotros llegamos muy confundidos y con ideas mal formadas acerca de un Poder Superior, y había quienes no tenían  siquiera un concepto definido de Dios. Algunos éramos agnósticos y no estábamos seguros de que Dios existiera. Otros eran ateos y estaban convencidos de que no podía haber un Poder Superior que presidiera el caos que parecía abundar en nuestro universo. Algunos pensaban que podría haber un Ser Supremo, pero no creían que tal Ser pudiera o quisiera solucionar sus problemas. Había quienes una vez creyeron en un dios personal, o que habían pertenecido a una religión establecida, pero que habían perdido la fe y se sentían apartados de la gracia de Dios. Y aún había otros que creían en Dios y participaban en una comunidad de fe, pero que seguían luchando contra la adicción que les esclavizaba. ¿Qué es lo que teníamos todos en común?. Vimos que no podíamos salvarnos por nosotros mismos. Si queríamos escapar de nuestra esclavitud, necesitábamos un poder más grande que el que cada uno de nosotros tenía por sí solo.

Nuestro dilema estaba en si escogíamos seguir con la miseria de nuestro sexolismo o bien estábamos dispuestos a probar la ayuda espiritual. No parecía que existiera otra opción. El Libro Grande de AA nos mostró el camino:  "descubrimos que tan pronto como fuimos capaces de dejar a un lado nuestros prejuicios y mostrar nuestra disposición a creer en un Poder superior a nosotros mismos, empezamos a obtener resultados." Necesitábamos de buena voluntad y una mente abierta.

Muchos de los que teníamos problemas a la hora de identificar un poder superior comenzamos por considerar el grupo de SA como un Poder superior a nosotros mismos". Después de todo, aquí había personas que sufrían de la misma enfermedad que nosotros y habían encontrado una solución al problema. Esto era más de lo que habíamos logrado por nosotros mismos. Conforme íbamos asistiendo a las reuniones, conocíamos a otros miembros y les escuchábamos hablar de la fuerza que recibían de un Poder Superior, llegamos a creer que podría haber una solución para nuestro problema. La clave estaba en la honestidad, una mente abierta y buena voluntad. A base de asistir a las reuniones y de contactar con miembros que estaban sobrios, empezamos a creer que un Poder fuera de nosotros mismos podía liberarnos de la obsesión mental que nos afligía. Empezamos a confiar en ese Poder, pidiéndole ayuda en momentos en que nos sentíamos impotentes. Descubrimos que podíamos mantenernos sobrios un día a la vez o, en momentos de apuro, una hora a la vez. Con anterioridad, algunos de nosotros habíamos rezado para que se nos liberara de nuestros impulsos y obsesiones sexuales; pero habiendo experimentado ahora el apoyo de las reuniones de SA y de esta comunidad, sentíamos una mayor confianza en la oración. Sentíamos que habíamos alcanzado una conexión con Dios.

Llegados a este punto del segundo paso, quizá debiéramos retroceder un momento, reflexionar un poco, y percatarnos de algo más: este paso nos habla de la falta de sano juicio. Si necesitamos que se nos devuelva el sano juicio es porque debemos estar locos. Algunos nos resistimos a admitir esta deducción. Podíamos estar dispuestos a admitir que éramos sexólicos, pero no considerábamos que estuvieramos locos. Quizá (nos decíamos a nosotros mismos), nuestros actos, bajo la influencia de la lujuria, no eran los correctos y no demostraban otra cosa que desproporción o falta de sensatez. Era en este punto, una vez más, donde teníamos que ser honestos y echar otra mirada a las consecuencias de nuestros comportamientos adictivos.

Si nuestros padrinos nos han guiado en la elaboración de un inventario del primer paso, recordaremos cómo nos sentíamos en aquellos episodios. Descubrimos que podíamos identificar nuestros patrones de pensamientos y acciones enfermizos hacia determinadas personas, lugares y objetos, y que eran los que causaban estragos en nuestras vidas y en las de los demás. Revisamos nuestro inventario y nos preguntamos a nosotros mismos: ¿qué persona en sus cabales volvería a practicar comportamientos que producen tal dolor, miseria, pérdida y vergüenza?. En SA nos dijeron que repetir los mismos comportamientos esperando resultados diferentes no era sino una manera de definir la locura. Para la mayoría de nosotros, la conclusión era clara: estábamos locos, y necesitábamos ayuda para salir de esa locura. Si aún teníamos problemas con esta afirmación, lo hablamos con nuestro padrino y con otros miembros veteranos del programa .

Que se nos devolviera el sano juicio implicaba que dejáramos de racionalizar que nuestras mentiras y nuestros comportamientos sexuales no hacían daño a nadie. Empezamos a aceptar la pura verdad de que el sexo o las fantasías románticas no podían llenar el vacío que existía en nuestras almas. Nos dábamos cuenta de que la "próxima vez" produciría los mismos resultados que la " vez anterior", o que las últimas cien veces. Reconocimos que no lo sabíamos todo, que no podíamos con todo, que no lo éramos todo. El primer paso nos ayudó a ver la verdad sobre nosotros mismos; en el segundo paso comprendimos que necesitábamos ayuda para renunciar a nuestros comportamientos enfermizos. En la medida en que asistíamos a las reuniones y trabajamos el programa, experimentamos una confianza cada vez mayor en nuestro padrino, en nuestros compañeros de recuperación, en el programa de los doce pasos y, finalmente, en un Poder Superior tal y como cada cual lo concebía. Tener la buena voluntad para confiar era la clave del segundo paso. La solución estaba en un Poder Superior a nosotros mismos que nos devolviera la cordura.

Testimonios de los miembros de SA

¦¦ 1 ¦¦

!Ahí estaba la respuesta! Un poder superior a mí mismo me sanaría de esta terrible aflicción. En cuanto leí el Problema, la Solución y los Doce Pasos por vez primera, supe que había encontrado la respuesta que había estado buscando. El concepto de un poder superior a mi, al  cual yo llamo Dios, tenía que ser la solución; había dejado de ser mi propio Poder Superior.  Se me saltaban las lágrimas por el alivio y la identificación que sentía. Mi esposa me había abandonado, mi carrera profesional se desmoronaba, y no podía dejar de practicar la lujuria mínimamente por un tiempo prolongado. De alguna manera Dios iba a sacarme de este desastre.

Sin tener la más mínima idea de lo tortuoso y retorcido que pudiera ser el camino que me esperaba, fui a una reunión. Dios me envió a un padrino con unas creencias religiosas diferentes a las mías; pudimos trabajar juntos los pasos porque cada uno recibía la guía de Dios tal y como lo entendía.

¦¦ 2 ¦¦

Mi padrino me dijo que mi Poder Superior sería todo aquello frente a lo que yo me arrodillara. Me había arrodillado ante mi propio cerebro porque era lo que me había funcionado durante mucho tiempo. Gracias a él podía parecer una persona exitosa; me había sacado de más de un apuro; me permitía manipular cualquier situación para salirme con la mia. Podía pensar en cómo evitar mis emociones diciéndome a mí mismo que no era de esta forma como debía sentirme o que no era así como debía pensar. Podía racionalizar una determinada situación para poder así enfrentarla. ¿Cómo se que era esto en lo que yo creía?. Porque era a esto a lo que recurría cuando tenía problemas. Acudía a mi propio lugar de adoración: yo mismo. Era un adicto a mí mismo.

La lujuria era otro dios al que me agarraba. La electricidad que me proporcionaba me daba la esperanza que necesitaba cuando tenía un mal día. Llegué a confiar en ella. Me agarraba a las imágenes mentales de una próxima esposa, por si acaso no me iba bien con la que tenía. Necesitaba desesperadamente la aprobación de otras personas para llenar ese profundo vacío que había dentro de mí. Era muy sensible a las opiniones que los demás tuvieran de mi persona. Mi problema era que quería una ovación de la gente solo por sacar la basura a la calle. Tenía que tener la razón; no podía decir que me estaba equivocando en casi todo en mi vida. Si lo admitía, ello hubiera supuesto la aniquilación de aquello en lo que más creía: yo mismo.

Llegué a SA, empecé a leer la literatura todos los días y a asistir a varias reuniones a la semana. Me busqué un padrino y empecé a trabajar los pasos bajo su dirección. Dejé de practicar la adicción; hacía muchísimas llamadas a otros compañeros. Algo me estaba sucediendo y yo no era el centro de ese algo. El Paso Segundo me permitió cerrar los ojos, respirar profundamente, y descansar en los brazos de mi Poder Superior.

¦¦ 3 ¦¦

Después de unas pocas semanas de sobriedad me pregunté por qué no estaba practicando la adicción. Aún quería practicarla, pero no lo hacía. En mi opinión, lo que ocurría era que mi Poder Superior me detenía, y que yo le estaba escuchando. Ese fue mi segundo paso. Cuando veía una mujer atractiva, giraba la cabeza inmediatamente en dirección contraria. Yo creía que era mi Poder Superior el que la giraba, porque yo quería mirar. Fue entonces cuando interioricé la frase: "el Poder Superior me mantiene sexualmente sobrio".

Había estado sobrio unos dos meses cuando empecé a sentirme muy enfadado. Me justificaba con que lo único que yo quería era mirar a mujeres, y nada más. Empecé a golpear mi rodilla con mi puño, a la vez que decía: "¿por qué no puedo sólo mirar?" Fue entonces cuando escuché la voz de Dios que me decía: “porque sencillamente no puedes". Acepté esa respuesta y permanecí sobrio.

¦¦ 4 ¦¦

Mis pensamientos a menudo son confusos cuando recibo una descarga de lujuria. Mi fantasía se desboca, e imagino diversas situaciones que me parecen muy reales y factibles. Son mis emociones las que disparan y sustentan estas fantasías. En medio de una descarga de lujuria no puedo pensar con claridad, ni puedo ver la locura de mis fantasías, y mi mente me dice "claro que sí, ella quiere que detenga el automóvil y vaya a abrazarla".

La solución que he encontrado en mi caso es la de no pensar y tan sólo preguntarme: "¿qué es lo siguiente que debo hacer? ¿Cuál es la acción correcta?". Por extraño que parezca, esa acción que debo tomar siempre se me presenta con claridad. Preguntarme a mí mismo "¿qué es lo siguiente que debo hacer?" me aparta de la fantasía y me devuelve a la realidad. A menudo ha salvado mi sobriedad y mi vida misma.

¦¦ 5 ¦¦

Estoy enormemente agradecido por el milagro de mi recuperación. Hay un poder fuera de mí, más fuerte que yo, que puede y está dispuesto a concederme un indulto diario y cada hora de mi adicción. Ese Poder es Dios. Sigo peleándome con mis ingobernables defectos de carácter, tales como los celos, la ira y la pereza. Cuando le entrego cada uno de esos defectos cada vez que aparecen, él me libera del poder que tienen sobre mí. Después de ocho años de sobriedad, aún me cuesta desprenderme de ese viejo sentimiento de no ser una buena persona. Pero Dios sigue ahí para mostrarme que soy una persona buena y generosa. Estoy agradecido de ser un miembro sobrio de SA, consciente de que no soy un ser horrible sino un enfermo, y de que Dios se ocupará de mí.

Algunas cuestiones a considerar:

1) ¿Qué tipo de experiencias espirituales he tenido?

2) Si pudiera concebir a mi Poder Superior, ¿cómo sería?

3) ¿Estoy enfadado o resentido con mi Poder Superior?. ¿Por qué?

4) ¿Qué aspectos de falta de sano juicio veo en mi vida? ¿Estoy dispuesto a hacer una lista con ellos y a compartirlos con mi padrino?

5) ¿Qué significaría para mí tener sano juicio?. ¿En qué me gustaría ser diferente?

6) ¿Qué barreras llegué a cruzar mientras practicaba la adicción, que nunca pense en cruzar?

7) ¿A quién hago responsable de mis problemas en mi vida?: ¿a mí mismo?; ¿a Dios?; ¿a otras personas?; ¿por qué?.

8) ¿Creo que el conocimiento de mí mismo me sanará de mi adicción?

9) ¿Pienso que alguna vez seré capaz de devolverme a mí mismo el sano juicio?

10) ¿Cómo concibo a mi Poder Superior?

Los pasos en acción

Un método para preparar un inventario del segundo paso

Abre un cuaderno con espiral de forma que haya dos páginas en blanco donde escribir. Divide la página de la izquierda en tres columnas; la página de la derecha sería la cuarta columna. En la página de la izquierda, escribe  como título de la columna que está en el extremo izquierdo (col.1) “personas influyentes”; a la columna de en medio (col.2) titúlalo "Lo que sucedió"; y a la de la derecha (col.3) llámala "Lo que aprendí" (las viejas ideas). A la página de la derecha la llamaremos "La Verdad que hoy elijo creer "

Rellena las columnas en orden, empezando por arriba. En la primera columna (col.1), "Personas influyentes", empieza con una lista de personas que influyeron sobre tí cuando eras un niño. Para la mayoría de nosotros, mamá y papá encabezarían la lista. Otros podrían poner a sus padrastros, madrastras, abuelos, abuelas, hermanos, hermanas, vecinos, profesores, autoridades religiosas y otros que no sean de su familia. En la columna 2 describe cuál fue tu experiencia con esta persona, y en la columna 3 lo que llegaste a creer acerca de "un poder superior a tí mismo" como resultado de lo sucedido con esa persona.

Según vayas haciendo una lista con tus propias experiencias empezarás a ver algunas de las viejas ideas que podrían entorpecer el trabajo del Tercer Paso. No te preocupes si alguna de las experiencias e ideas parecen repetitivas; podrían tratarse de esas creencias profundamente arraigadas que la mayoría necesitamos cambiar.

Una vez completada esta parte del inventario, habrás identificado algunas ideas y falsas creencias que podrían estar obstaculizando tu recuperación. Algunas de las ideas que contiene el capítulo 4 de Alcóholicos Anónimos podrían serte útiles. Posiblemente desees hablar de ellas con tu padrino o prefieras hablar con un ministro religioso u otro guía espiritual.

En la columna 4 escribe lo que ahora crees acerca de tu Poder Superior. Cuando hayas completado esta columna, habrás descrito alguno de los atributos de un Poder Superior que pueden devolverte el sano juicio. Condensa estas verdades que acabas de descubrir en una lista de sencillas afirmaciones que puedas repetirte cada día. Puede que de nuevo necesites la ayuda de tu padrino, ministro religioso u otro guía espiritual. Escribe estas afirmaciones en una tarjeta e incorpóralas a tus oraciones matutinas.

Ejemplo de inventario del segundo paso

Col.1. Personas influyentes

Col.2. Lo que sucedió

Col.3. Lo que aprendí (las viejas ideas)

Col.4. La verdad que elijo creer hoy

Mamá:

Me pegaba a mí y a mis hermanos por faltas pequeñas o imaginarias

Dios es cruel y me castigará con severidad cuando se enfade

Mi Poder Superior es bueno y amoroso

Se quedó paralizada por el miedo cuando mi hermana estaba herida; no pudo siquiera llevarla al médico.

No puedo confiar en un Poder Superior; debo cuidar de mí mismo

Mi Poder Superior sabe lo que necesito y me lo proporciona

Papá:

Siempre estaba en el trabajo; no tenía tiempo para sus hijos

Dios está demasiado ocupado

Mi Poder Superior se complace en mí

No me protegía a mí y a mis hermanos de Mamá

A mi Poder Superior no le importa que yo sufra

Mi Poder Superior lloraba cada vez que yo sufría

Descubrí la lujuria pasiva en la pornografía de papá

Es voluntad de Dios que sea perseguido con lujuria

La voluntad de Dios para mí es permanecer sobrio y libre de la lujuria.

Lecturas recomendadas:

Alcohólicos Anónimos:

"La historia de Bill". Págs. 1-15

"Nosotros los agnósticos". Págs. 41-53

"Experiencia espiritual". (Apéndice II) Págs.173-174

Sexólicos Anónimos:

Segundo Paso. Págs. 91-94

La victoria sobre la Lujuria y las Tentaciones. Pags.156-171

Doce Pasos y Doce Tradiciones:

Segundo paso Págs 23 -31

 

Tercer Paso

Decidimos poner nuestra voluntad y nuestras vidas al cuidado de Dios, tal y como nosotros lo concebimos.

Los  Pasos Primero, Segundo y Tercero conforman el núcleo del proceso de admisión, derrota y rendición. Aunque a primera vista el Tercer Paso aparece como el punto en el que por completo hacemos entrega de nuestra voluntad y de nuestras vidas, pocos de nosotros somos capaces o estamos dispuestos a entregar todo de inmediato en un único acto sublime. El tercer paso nos pide que tomemos la decisión de poner nuestras vidas y nuestras voluntades al cuidado de un Poder  más grande que nosotros; llevar a cabo esta decisión es un trabajo diario para toda la vida. Principalmente, cuando llegamos al Tercer Paso nos comprometemos a dejar de vivir impulsados por nuestra propia voluntad; en lugar de ésta, buscamos que sea un Poder Superior el que nos guíe. Así lo practicamos un día a la vez mediante el trabajo de los pasos, movidos por un espíritu de buena voluntad, y buscando el progreso, no la perfección.

¿Quién es este Poder Superior al que entregamos nuestras vidas?. En el Segundo Paso habíamos empezado a desarrollar una definición personal de Dios, tal y como lo entendemos, que nos funcionara. El Tercer Paso nos ayudaría a ganar una mayor comprensión y confianza; empezamos a dirigirnos y a conectar con un Dios de confianza y amoroso a quien pudiéramos entregar nuestras voluntades y nuestras vidas.

Puesto que nos debatíamos con nuestra propia voluntad, y porque aplazar las cosas era más fácil que ponerse en acción, el trabajo con un padrino nos liberaba de una toma de decisión en solitario e irresponsable; nos ayudaba a que saliéramos de nuestra propia mente. Después de todo, eran nuestras mejores ideas las que nos que nos habían traído hasta aquí. En recuperación, comprendimos que habíamos sobrestimado el conocimiento de nosotros mismos y nuestro intelecto. Un padrino nos proporcionaría guía, apoyo y sentido de responsabilidad; trabajar con él nos ayudaría a prepararnos para la  rigurosa honestidad que se requiere en el Cuarto Paso. Este trabajo nos mostrará las primeras señales de que estamos dispuestos o de que efectivamente, tenemos el deseo de cumplir con la voluntad de Dios en lugar de confiar en la nuestra. Así comenzaba un cambio de actitud que favorecía una mente más abierta, nos hacía más íntegros y nos permitía continuar aprendiendo.

Muchos de nosotros empezamos con la decisión de entregar a Dios un problema o un suceso a la vez, de igual manera que vivíamos nuestra sobriedad un día a la vez. Hacíamos el ejercicio diario de soltar lar riendas y dejárselas a Dios. A veces esta decisión suponía hacer una llamada de teléfono, pedir consejo a alguien, rezar, ir a una reunión, hacer lo que correspondiera hacer en ese momento, o practicar el autocontrol hasta que nuestras tormentosas emociones hubiesen remitido. A medida que experimentábamos momentos de paz como resultado de entregar algunos de nuestros problemas, íbamos adquiriendo una mayor fe y confianza. Pidiendo ayuda a un Poder Superior,  admitíamos que no podíamos hacerlo solos, y nos abríamos a un Poder que podía ayudarnos. Cuando nos descubríamos a nosotros mismos tomando de nuevo el control, inmediatamente tomábamos la decisión de rendir una y otra vez esos pensamientos lujuriosos, resentimientos, miedos, u otros defectos de carácter.

Cuando éramos nosotros los que dirigíamos el espectáculo, nuestros pensamientos se desataban y sistemáticamente recurríamos a las fantasías lujuriosas. Estábamos plagados de miedo, ansiedad, desesperación, resentimiento y odio a nosotros mismos. Nos imaginábamos en qué consistían esos propósitos espirituales, pero rara vez tomamos las acciones correspondientes. Las consecuencias de nuestras elecciones eran dolorosas, y muchas de nuestras acciones nos acarreaban vergüenza y repulsión. Nuestras relaciones más íntimas estaban envenenadas de amargura y dejadez. ¿Qué teníamos que perder si cedíamos el control de nosotros mismos y entregábamos nuestra vida y nuestra voluntad a un Poder superior a nosotros mismos? Tomando esta decisión aceptamos la ayuda de Dios sin reserva alguna. A menudo, esta ayuda nos llegaba a través de la guía y sugerencias de nuestro padrino o madrina. El Tercer Paso significaba ceder el control sobre los resultados y abrirnos a la voluntad de Dios; también significaba confiar en que Dios nos guiaría en todo lo que hiciéramos. Cuando éramos consecuentes con esta decisión, recuperábamos el control; pero era el poder de Dios, no el nuestro. Cuando nuestra voluntad era conforme con la voluntad de Dios para con nosotros, nuestras vidas se enriquecían y se llenaban de mayor plenitud de la que nunca podíamos haber imaginado.

El primer párrafo de la página 58 del libro Alcohólicos Anónimos describe los beneficios que recibimos cuando entregamos nuestra voluntad a Dios. Algunos llaman a estos beneficios "las promesas del Tercer Paso":

“Cuando asumimos sinceramente esa actitud, toda clase de cosas admirables sucedieron. Teníamos un nuevo Patrón. Siendo todopoderoso, él proveía todo lo que necesitábamos si nos manteníamos cerca de Él y desempeñábamos bien su trabajo. Establecidos sobre esta base, empezamos a interesarnos cada vez menos en nosotros mismos, en nuestros planes y en nuestros proyectos. Nos interesamos cada vez más en darnos cuenta de qué era con lo que podíamos aportar a la vida. A medida que sentimos afluir en nosotros un poder nuevo, que gozamos de tranquilidad mental, que podíamos encarar la vida satisfactoriamente, que llegamos a ser conscientes de Su Presencia, empezamos a perder nuestro temor al hoy, al mañana o al futuro. Renacimos”.

Además de nuestra rendición diaria a la voluntad de Dios, la decisión de entregar nuestras vidas y nuestras voluntades consistía también en una decisión de trabajar el resto de los pasos. El Tercer Paso es una llamada a la acción. Así lo explica el libro de los Doce Pasos y Doce Tradiciones: "Como todos los pasos restantes, el tercer paso requiere de nosotros acción positiva, porque sólo poniéndonos en acción podemos eliminar la obstinación que siempre ha bloqueado la entrada de Dios, o si lo prefieres de un Poder Superior en nuestras vidas". Para nosotros los sexólicos ceder nuestra voluntad significaba trabajar los pasos; ponernos en acción y trabajarlos despejaba poco a poco la obsesión que teníamos con nosotros mismos. El poder y el amor de Dios fluían en nuestras vidas, aportándonos una sensación de paz interior.

Esa paz era el resultado inmediato de una vida que ya no tendríamos que gobernar. La tristeza, la inquietud, el resentimiento y la lujuria eran reemplazadas con la sencilla responsabilidad de buscar, escuchar y seguir. Nos sorprendíamos y deleitábamos cuando nos dábamos cuenta de que nuestra entrega diaria a un Poder Superior no sólo nos liberaba de la tiranía del sexolismo, sino que se manifestaba en todos los aspectos de nuestras vidas. Vimos cómo mejoraban nuestras relaciones con los demás, nuestros trabajos, nuestra economía, e incluso nuestra salud. Estas eran consecuencias naturales de poner nuestras vidas bajo una mejor dirección. Con agradecimiento, un renovado optimismo y resultados tangibles en nuestro programa de recuperación, nos sentiamos preparados para empezar a trabajar el Cuarto Paso.

Testimonios de los miembros de SA

¦¦ 1 ¦¦

Cuando leí acerca de este paso en el Libro Blanco pensé que era el más sencillo de los doce. Después de todo, consistía tan sólo en tomar una "decisión". Creía que este paso me llevaría cinco minutos, identificándome con la experiencia que contiene el testimonio Inundado de Emoción del Libro de AA ("De las tinieblas hacia la luz", Historias de la Cuarta Edición del Libro Grande) . Sin embargo, cuando dije mi oración del Tercer Paso  no pareció que sucediera nada. Mi padrino sugirió que, al igual que sucede con otras decisiones importantes en la vida, la decisión de poner mi vida y mi voluntad al cuidado de Dios quizá se produciría de forma más gradual que repentina. Pensé en lo que me dijo y me esforcé en trabajar el Tercer Paso hasta que me sentí embargado por él.

Cuando finalmente estuve seriamente dispuesto a entregar mi vida y mi voluntad al cuidado de un Poder Superior, busqué un padrino. La siguiente acción que tomé del Tercer Paso fue la de seguir los consejos de éste. Ahí fue donde encontré la primera evidencia de que algo sobrenatural estaba sucediendo, puesto que tener respeto a otra persona no era algo que viniera naturalmente a alguien tan lleno de mí mismo como yo lo estaba.

Inicié otra nueva etapa en mi viaje del tercer paso cuando contacté con compañeros con quienes renovar mi compromiso diario cada mañana. Nos comprometíamos a entregar nuestras voluntades y nuestras vidas al cuidado de Dios durante ese día. Con el tiempo llegué a intimar con la mayoría de mis compañeros, creando una red de amigos del programa con los que podía compartir cualquier cosa.

¦¦ 2 ¦¦

Morir de sexolismo o llevar una mi vida espiritual; una y otra me parecían elecciones difíciles. La decisión de poner mi vida y mi voluntad al cuidado de mi Poder Superior me pareció más fácil cuando resultó evidente que mi incapacidad para gobernar mi vida me estaba matando. Fue un alivio para mí escuchar que un Poder Superior a mí misma se encargaría de hacer un trabajo perfecto, y que lo único que yo tenía que hacer era actuar como si así fuera. Tuve que ejercitarme en la entrega de mi voluntad a Dios; me ejercitaba con la entrega de mi deseo de tener una relación y de casarme, el vacío terrible que sentía, la añoranza de mis novios anteriores, y mis miedos. Poco a poco, me fui dando cuenta de que, cuanto más le entregaba, más fácil se hacía mi vida.

¦¦ 3 ¦¦

Cuando llegué a SA estaba desesperado. Lo único que sabía era que mis relaciones efímeras,  mis continuos pensamientos sexuales y las fantasías que acompañaban a la masturbación estaban fuera de control. Sin embargo, cuando escuché los pasos en las reuniones, supe que "Dios" iba a ser un problema para mí. Yo había sido un ateo toda la vida, aunque me daba cuenta de que los dos primeros pasos no decían nada acerca de Dios. Cuando entré en sobriedad tuve que enfrentarme en el Tercer Paso al problema de Dios.

Durante el primer año, utilicé otros nombres en lugar de Dios. Maestro, Profesor y Poder Superior eran aceptables para mí. Después de compartir el inventario del primer paso en un grupo de SA, me reuní con mi padrino para hacer los siguientes pasos. Me dijo que haría conmigo exactamente lo mismo que su padrino había hecho con él.

Me preguntó: "¿Crees que un Poder Superior a tí mismo puede devolverte el sano juicio?"

Le respondí que sí.

"¿Estás dispuesto a trabajar desde el Cuarto hasta el Duodécimo Paso ?"

"Sí"

"Entonces necesitas empezar a escribir tu inventario del Cuarto Paso"

Me quedé muy sorprendido. Mi predisposición a enfrentarme a "Dios" en el Tercer Paso resultó ser innecesaria. "El cuidado de Dios tal y como cada cual lo conciba" significaba ni más ni menos que eso: tal y como yo lo conciba. Mi padrino me dijo que la "decisión de entregar nuestras vidas y nuestras voluntades a un Poder Superior" implicaría que estaba dispuesto a ceder el control; que estaba dispuesto a seguir las instrucciones de mi padrino y a trabajar el resto de los pasos. Para mí, con eso fue suficiente.

¦¦ 4 ¦¦

Una vez que me estaba peleando con este paso, mi padrino me sugirió que me fuera a una carretera próxima, hiciera una señal y me subiera al primer automóvil que parara, y entregara mi voluntad y mi vida al cuidado de quienquiera que estuviera conduciendo. Me preguntó cómo iba esa persona a hacerme más daño del que yo mismo me había hecho. Otro veterano dijo que también podría recoger a alguien durmiendo en un banco del parque y permitirle que fuera mi Poder Superior. Es posible que de esta manera pudiera ver cómo mi vida iba mejorando. Uno y otro tenían razón: mis mejores ideas no eran sino el resultado de mi desatada obstinación.

¦¦ 5 ¦¦

Estaba pasando un fin de semana en un hotel a 500 millas de mi casa, haciendo servicio con un pequeño grupo de sexólicos en recuperación. Mientras trabajábamos en una salón de conferencias cerca del ascensor de nuestro piso, podíamos ver a niños correr más allá de nuestra ventana y escuchar cómo se llamaban unos a otros. Toqué el brazo de un compañero y le pedí que saliera conmigo. Una vez que estuvimos fuera, apoyado sobre la verja, le dije: "necesito rendir algo".

"Me he dado cuenta de que hoy tenemos a esos niños cerca. Tengo hijos y soy atento con los niños, pero también he abusado de niños. No creo que esté ahora experimentando excitación sexual alguna, ni que me esté peleando con el deseo de practicar la lujuria; pero es en ésta en lo que lo que puede convertirse toda esa energía que percibo a mi alrededor, así que quiero entregársela a Dios antes de que llegue a ese punto. Contigo como testigo, admito a Dios mi impotencia; le pido que que me deje entregarle mi deseo de practicar la lujuria esta mañana. Confío en que así sea en la manera en que abro mi corazón a tí y a Dios. Gracias por escucharme".

Dije todo esto sin pausa; nos mirábamos el uno al otro todo el tiempo que estuve hablando. Me dio las gracias por compartir y volvimos a nuestra tarea. No tuve problemas con la lujuria esa mañana ni el resto del fin de semana.

Esta es una manera en que puedo entregar mi vida y mi voluntad al cuidado de Dios. Cuando afirmo mi impotencia ante otro sexólico se la estoy entregando a Dios; ahora se que ya no tengo que enfrentarme a solas con eso.

¦¦ 6 ¦¦

La primera vez que leí acerca del Tercer Paso me pareció una idea imprecisa. Sin embargo, puesto que había llegado a la conclusión de que mi trabajo de los pasos debía ser pausado y minucioso, me puse a examinar las palabras cuidadosamente. El Tercer Paso no dice que mi vida y mi voluntad serán entregadas a Dios; lo que dice es que yo tome una decisión. ¿Qué significaba eso para mí?

Mi vida está mayormente influida por las cosas que hago y las acciones que emprendo. Así que, para mí, mi vida son mis acciones. Aquello que pienso influye en mi voluntad; así que mi voluntad son mis pensamientos. Mi  Tercer Paso consistió en una decisión de entregar mis pensamientos y mis acciones al cuidado de Dios, tal y como yo lo entienda. Lo cual también implicaba que tomara una decisión de trabajar el resto de los pasos.

¦¦ 7 ¦¦

Estuve peleándome con el Tercer Paso durante mucho tiempo. Mi imagen de Dios era la de un poder cruel e indiferente que me castigaría duramente cada vez que le enfadara. Mi decisión de entregar mi voluntad y mi vida a Su cuidado vino tan sólo después de que hubiera identificado mis falsas creencias acerca de Dios. Me desprendí de esas viejas ideas e identifiqué las creencias e ideas por las que iba a vivir mi vida en lo sucesivo. Me di cuenta de que el Tercer Paso consistía en una decisión de perseverar en una relación con este Poder Superior que podía devolverme el sano juicio, y que lo haría si yo le buscaba. Sabía que esta era mi última y mejor esperanza de lograr mi libertad, y la busqué. Como resultado de este programa, hoy se que soy hijo de un Dios de amor que se complace en mí.

Algunas cuestiones a considerar:

1. ¿Qué decisiones de cambiar has tomado que no tomaste cuando llegaste por vez primera al programa?

2. ¿Estás dispuesto a trabajar regularmente con un padrino/madrina? Haz una lista explicando cómo lo haces.

3. ¿Estas dispuesto a seguir las sugerencias de tu padrino/madrina?

4. ¿Qué cambios ves en tí mismo en tu vida diaria?

5. ¿Sobre qué pensamientos, hábitos y aspectos de tu vida necesitas aún rendirte?

6. ¿Estás dispuesto a entregar tu voluntad y tu vida a un Poder más fuerte que tú?.

Haz una lista de aquellas acciones que estés dispuesto a emprender una hora o un día a la vez. ¿Compartirías esta lista con tu padrino/madrina?

Los pasos en acción

Tercer Paso

Un enfoque efectivo del Tercer Paso es el que incluye oración, escribir y acciones concretas.

Oración: además de la Oración del Tercer Paso, la "Oración de entrega" puede ser una fuente de inspiración:

Poder Superior, te entrego a tí este día.

Dirige tú el trabajo de mis manos,

los pasos de mis piés,

las palabras de mi boca,

la dirección de mi mirada,

los pensamientos de mi mente,

y la actitud de mi corazón.

Reserva algún rato tranquilo del día para orar. Muchos prefieren hacerlo por la mañana, pero otros escogen hacerlo en otros momentos, como en la comida o antes de retirarse a dormir. Si no te surge un motivo por el que orar, concéntrate en un aspecto en particular de las dos oraciones, o expresa tu agradecimiento a tu Poder Superior por el programa de SA. Pídele que te conceda la firmeza para confiar en que el programa funciona.

Escribir: resulta de ayuda escribir las emociones y pensamientos que despierta el trabajo de este Paso. ¿Tengo deseos de trabajarlo o me espanta hacerlo?, ¿Qué espero que ocurra?, ¿De qué tengo miedo?, ¿De verdad quiero entregar mi vida y mi voluntad a Dios?, ¿Confío en Dios lo suficiente como para entregar mi vida y mi voluntad a Su cuidado?

Al responder por escrito a estas preguntas, algunos aspectos de nuestra vida pueden ser fácilmente entregados al cuidado de Dios. Otros pueden resultarnos más difíciles de entregar. Esto nos puede indicar que necesitamos trabajar más los pasos anteriores. Cuando Dios no te parezca digno de confianza, vuelve al Segundo Paso; cuando el ego no te permita abandonar ciertos aspectos de tu vida al cuidado de Dios, vuelve al Primer Paso, llegando al punto donde exista una genuina disposición de soltar las riendas y dejar que Dios se ocupe. La oración y lo que hayas escrito provocarán esa comunicación, y las acciones correspondientes vendrán por añadidura.

Acciones concretas: las acciones dicen más que las palabras. "Las medias tintas no nos sirvieron de nada". Estas son algunas de las sugerencias para ponerse en acción con el Tercer Paso:

Búscate un padrino/madrina. Un padrino normalmente tiene un grado mayor de cordura, sobriedad, paz y sabiduría que el ahijado. Trabajar el programa sin un padrino niega el principio que contiene el Tercer Paso. El hecho de buscarlo demuestra que existe sinceridad y disposición de trabajar el programa de recuperación.

La oración del Tercer Paso. Algunos miembros de nuestra fraternidad hacen este paso en público recitando la oración del Tercer Paso en una reunión a la que se unen otros miembros. Otros pueden preferir hacerlo en privado con su padrino/madrina o con un ministro de su iglesia:

“Dios me ofrezco a Ti para que obres en mí y hagas conmigo tu voluntad. Líbrame de mi propio encadenamiento para que pueda cumplir mejor con Tu voluntad. Líbrame de mis dificultades y que la victoria sobre ellas sea el testimonio para aquellos a quien yo ayude de Tu Poder, Tu Amor y y de la manera que Tú quieres que vivamos. Que siempre haga Tu voluntad” (AA, pag. 59)

Sigue las recomendaciones de tu padrino. La "búsqueda de uno mismo y el desinflamiento de nuestro orgullo" que experimentaste en el Primer Paso lo hará posible. Formar una relación con tu padrino implicará un compromiso de asistir regularmente a las reuniones, trabajar los pasos y reunirte regularmente a solas con él.

Crea una red de amigos del programa. El denominador común que los une, es la entrega a Dios de sus voluntades y sus vidas cada día. Con el tiempo, su amistad se hará más íntima y descubrirás que puedes compartir cualquier cosa con ellos. Junto con tu padrino, esta red de amigos cumplirá con un requisito esencial para la realización de tu Tercer Paso, y este requisito no es otro que el de cruzar sin trabas el umbral  que conduce a la honestidad.

Renueva a diario tu compromiso. A continuación viene un ejemplo de renovación diaria. Practical Recovery Tools (1994-2003) contiene otros ejemplos.

1. ¿Estás dispuesto a admitir que eres impotente ante la lujuria?

2 ¿Deseas la sobriedad en las próximas 24 horas (estar libre de las obsesiones y actos de lujuria, libre de miedos, resentimientos, culpa, autocompasión, etc)?

3 ¿Estás dispuesto a hacer lo que sea necesario para proteger este deseo en las próximas 24 horas (marcar límites, orar, leer, cuidar de tu salud física, contactar y llamar a otros, etc?)

4 ¿Eres consciente de que cuando acaben estas 24 horas serás libre de escoger estar sobrio un día más o bien de seguir otro camino?

5 ¿Sólo por hoy estás dispuesto  a entregar conmigo tu voluntad y tu vida al cuidado de Aquel que ayer te mantuvo sobrio y te protegió de todas las consecuencias de la lujuria en el pasado?

Hazlo simple y breve; emplea tus propias palabras. Al principio, quizá las tres primeras preguntas sean suficientes.

Lecturas recomendadas:

Sugerimos a los miembros que lean y estudien las siguientes lecturas recomendadas antes de trabajar el paso:

Alcohólicos Anónimos

"Cómo trabaja", Pags. 54-66

Sexólicos Anónimos

"Tercer paso", Pags. 95-98

Doce Pasos y Doce Tradiciones.

"Tercer Paso, Pags. 32-38

¿Qué es la sobriedad sexual para el sexólico?

Somos personas que tenemos un problema con nuestros pensamientos y comportamientos sexuales. Nuestra experiencia nos demuestra que somos adictos a la lujuria y a los actos sexuales compulsivos. Es por esto por lo que nos llamamos sexólicos. Al principio, pocos de nosotros aceptábamos que fuéramos adictos. Sin embargo, cuando escuchamos a otros que decían ser sexólicos, llegamos al convencimiento de que teníamos un problema en común, así como de que también había una solución en común.

Las personas adictas al alcohol descubren que, una vez han tomado la primera copa, no saben cuánto ni por cuánto tiempo estarán bebiendo.También descubren que, a pesar de las reacciones negativas que reciben de la sociedad, amigos o familia, seguirán buscando la bebida. No pueden parar. La solución está en no tomarse la primera copa.

Ocurre algo parecido con nuestros pensamientos y comportamientos sexuales. A pesar de sus consecuencias negativas -humillaciones, actos inmorales, mentiras, enfermedades, trabajos perdidos, divorcios o arrestos- no podemos predecir hasta qué punto o por cuánto tiempo seguiremos viviendo en la fantasía sexual y practicando la adicción. La solución consiste en alcanzar la sobriedad sexual.

La sobriedad sexual para el sexólico significa no practicar el sexo nosotros mismos o con otra pareja que no sea nuestro marido o esposa. La sobriedad sexual también implica la liberación progresiva de las muchas formas de pensamiento sexual y de lujuria que son parte de nuestras vidas. Nuestra experiencia colectiva nos demuestra que la sobriedad sexual nos liberará de estas compulsiones. Esta libertad se encuentra permaneciendo sexualmente sobrio y aplicando los Doce Pasos y las Doce Tradiciones en nuestras vida diaria.

Si quieres lograr lo que hemos encontrado en sobriedad y estás dispuesto a tomar las acciones necesarias para lograrlo, entonces Sexólicos Anónimos te será de utilidad. Sexólicos Anónimos es para aquellos que se dan cuenta de que tienen un problema con la lujuria. Te invitamos a que te unas a nosotros en el camino que nos conduce a la libertad.

Alcanzar la sobriedad y mantenerse sobrio

Trabajamos los pasos, asistimos a las reuniones y aprendemos a confiar en Dios tal como cada cual lo conciba. También dejamos de consumir y de obsesionarnos con imágenes y conductas sexuales y lujuriosas. Nos comprometemos a tener sexo sólo con nuestro marido o esposa. Tampoco tenemos sexo con nosotros mismos, lo que significa que renunciamos a la masturbación. Aunque parezca que nos vamos a morir sin sexo con nosotros mismos, nuestra experiencia nos dice que tal cosa sencillamente no va a ocurrir.

Lo que hacemos en la práctica es dejar de de alimentar la fantasía lujuriosa. Dejamos de utilizar Internet para buscar imágenes pornográficas. Dejamos de tocar nuestros genitales para buscar la excitación sexual. Dejamos de leer publicaciones con contenidos lujuriosos. Dejamos de ir a librerias para adultos, locales de strip-tease o cualquier otro lugar donde ofrezcan sexo y lujuria. Elegimos una ruta diferente para evitar lugares que pudieran dispararnos la lujuria o provocar que practiquemos la adicción. Dejamos de contactar con personas que sirvan a nuestros propósitos lujuriosos o románticos; no contactamos con ellas aunque ellas contacten con nosotros. Dejamos de permitirnos el recuerdo de parejas y situaciones sexuales.

Algunos miembros casados descubren que comprometerse a pasar un periodo de abstinencia sexual con el consentimiento de su pareja les permite concentrarse en su sobriedad. Sin importar cuánto tiempo hayamos estado en recuperación, este periodo de abstinencia puede ser una útil herramienta para lograr una mejor perspectiva de nuestro matrimonio y de nosotros mismos. Cuando el sexo está fuera de nuestro esquema descubrimos que el sexo en verdad es opcional.

Si vamos a un negocio o evento donde sabemos que habrán disparadores sexuales o lujuriosos (lugares tales como un supermercado, un centro comercial o un aeropuerto), llamamos a alguien de la confraternidad y lo rendimos mientras nos dirigimos a ese lugar. Si nos sentimos incómodos en una determinada situación, sencillamente nos marchamos. Cuando abandonamos estas conductas la compulsión desaparece, y podemos seguir con nuestro día. Nuestra sobriedad se convierte en lo más importante cada día y en cada circunstancia.

Hacemos uso de la oración. Cuando estemos tentados a mirar por segunda vez a una persona atractiva, rezamos: "Dios mío bendice a esa persona, Dios mío ayúdame". Podemos tomar un papel y escribir una oración de agradecimiento a nuestro Poder Superior por mantenernos sobrios en esa situación. Utilizamos todas las herramientas del programa de SA para ayudarnos a mantenernos sexualmente sobrios.

El principio del anonimato

El concepto de anonimato, tal y como se aplica a los Programas de Doce Pasos, aparece en las Tradiciones Undécima y Duodécima como guía para los miembros de la confraternidad:

Necesitamos mantener siempre el anonimato personal ante la prensa, la radio, el cine y la televisión...

El anonimato es la base espiritual de nuestras tradiciones, recordándonos siempre anteponer los principios a las personalidades.

Conforme la Undécima Tradición, cuando como miembros representemos a SA ante los medios de comunicación, hablamos de los principios del programa de SA sin emplear nuestros nombres y desvinculados de cualquier propósito egoísta. Esto nos enseña humildad y a la vez protege el bienestar de la confraternidad si uno de nosotros pierde su sobriedad o adquiere notoriedad pública. De hecho, en SA no existen notoriedades públicas!

La Duodécima Tradición presta atención al anonimato "como la base espiritual de nuestras tradiciones, recordándonos siempre anteponer los principios a las personalidades". Esta es una declaración poderosa y a la vez sorprendente. ¿Por qué ha de servir el anonimato como la base espiritual de todas nuestras tradiciones?

En esto los fundadores están apuntando a algo mucho más profundo que el sencillo hecho de abstenerse de utilizar nuestros nombres en público y de asistir a las reuniones como iguales. Los primeros miembros de AA se dieron cuenta de que la supervivencia del grupo era esencial para poder ayudar al recién llegado, así como para que ellos mismos mantuvieran su sobriedad. Llegaron al convencimiento de que el anonimato es esencialmente el principio que nos previene de todo aquello que puede destruir el grupo -egoísmo, grandiosidad, manipulación, imposición de nuestros planes, politiqueo, y cualquier otra forma humana de búsqueda de autosatisfacción-,  apuntando en su lugar hacia aquellas actitudes que buscan la unidad del grupo y nos aportan paz, humildad, aceptación, amor y servicio como personas. De esta forma, la conciencia de grupo puede ponerse en primer lugar y estar guiada por el amor de Dios. A veces, los regalos de Dios nos vienen de forma tan sencilla y natural que no nos damos cuenta. Dios, que nos suministra tantos y tan preciosos regalos -empezando por nuestra sobriedad- no necesita alardear ni llevarse mérito alguno. Si Dios -que merece nuestro reconocimiento y que le demos las gracias- puede mantenerse anónimo, nosotros podremos entonces buscar la práctica del anonimato en nuestra vida diaria.