Segundo Paso

Llegamos al convencimiento de que un poder superior a nosotros mismos podía devolvernos el sano juicio.

El primer paso nos sirvió para identificar el problema. Admitimos que éramos impotentes ante la lujuria; nos dimos cuenta de que nos habíamos enganchado a ella. Cada vez habíamos dedicado más tiempo y energía a nuestras fantasías sexuales, y la obsesión nos llevaba a practicar la adicción cada vez más. A pesar de las inevitables consecuencias, persistía nuestra falta de sano juicio, induciéndonos a creer que aún podíamos albergar lujuria sin problemas, que de alguna manera aún podríamos controlarla. La realidad era que la lujuria nos estaba dominando. La aceptación de que éramos sexólicos y de que no podíamos gobernar nuestras vidas nos condujo de forma natural al segundo paso en la búsqueda de una solución.

El segundo paso nos prometía que algún tipo de fuerza fuera de nosotros mismos nos proporcionaría alivio. En las reuniones de SA, los sexólicos en recuperación hablaban de un Poder Superior que les estaba devolviendo el sano juicio. Al principio, eso es todo lo que necesitábamos saber. Cuando empezamos a asistir a las reuniones no se nos pidió que creyéramos en la idea que otra persona tuviera de Dios. SA es un programa espiritual, no una religión. Como nos dicen los pasos tercero y undécimo, el Poder Superior de cada miembro es Dios, tal y como cada uno lo conciba.

Es muy cierto que llegamos con ideas y actitudes muy diferentes acerca de Dios, pero la enfermedad del sexolismo no discrimina credo o religión.  Muchos de nosotros llegamos muy confundidos y con ideas mal formadas acerca de un Poder Superior, y había quienes no tenían  siquiera un concepto definido de Dios. Algunos éramos agnósticos y no estábamos seguros de que Dios existiera. Otros eran ateos y estaban convencidos de que no podía haber un Poder Superior que presidiera el caos que parecía abundar en nuestro universo. Algunos pensaban que podría haber un Ser Supremo, pero no creían que tal Ser pudiera o quisiera solucionar sus problemas. Había quienes una vez creyeron en un dios personal, o que habían pertenecido a una religión establecida, pero que habían perdido la fe y se sentían apartados de la gracia de Dios. Y aún había otros que creían en Dios y participaban en una comunidad de fe, pero que seguían luchando contra la adicción que les esclavizaba. ¿Qué es lo que teníamos todos en común?. Vimos que no podíamos salvarnos por nosotros mismos. Si queríamos escapar de nuestra esclavitud, necesitábamos un poder más grande que el que cada uno de nosotros tenía por sí solo.

Nuestro dilema estaba en si escogíamos seguir con la miseria de nuestro sexolismo o bien estábamos dispuestos a probar la ayuda espiritual. No parecía que existiera otra opción. El Libro Grande de AA nos mostró el camino:  "descubrimos que tan pronto como fuimos capaces de dejar a un lado nuestros prejuicios y mostrar nuestra disposición a creer en un Poder superior a nosotros mismos, empezamos a obtener resultados." Necesitábamos de buena voluntad y una mente abierta.

Muchos de los que teníamos problemas a la hora de identificar un poder superior comenzamos por considerar el grupo de SA como un Poder superior a nosotros mismos". Después de todo, aquí había personas que sufrían de la misma enfermedad que nosotros y habían encontrado una solución al problema. Esto era más de lo que habíamos logrado por nosotros mismos. Conforme íbamos asistiendo a las reuniones, conocíamos a otros miembros y les escuchábamos hablar de la fuerza que recibían de un Poder Superior, llegamos a creer que podría haber una solución para nuestro problema. La clave estaba en la honestidad, una mente abierta y buena voluntad. A base de asistir a las reuniones y de contactar con miembros que estaban sobrios, empezamos a creer que un Poder fuera de nosotros mismos podía liberarnos de la obsesión mental que nos afligía. Empezamos a confiar en ese Poder, pidiéndole ayuda en momentos en que nos sentíamos impotentes. Descubrimos que podíamos mantenernos sobrios un día a la vez o, en momentos de apuro, una hora a la vez. Con anterioridad, algunos de nosotros habíamos rezado para que se nos liberara de nuestros impulsos y obsesiones sexuales; pero habiendo experimentado ahora el apoyo de las reuniones de SA y de esta comunidad, sentíamos una mayor confianza en la oración. Sentíamos que habíamos alcanzado una conexión con Dios.

Llegados a este punto del segundo paso, quizá debiéramos retroceder un momento, reflexionar un poco, y percatarnos de algo más: este paso nos habla de la falta de sano juicio. Si necesitamos que se nos devuelva el sano juicio es porque debemos estar locos. Algunos nos resistimos a admitir esta deducción. Podíamos estar dispuestos a admitir que éramos sexólicos, pero no considerábamos que estuvieramos locos. Quizá (nos decíamos a nosotros mismos), nuestros actos, bajo la influencia de la lujuria, no eran los correctos y no demostraban otra cosa que desproporción o falta de sensatez. Era en este punto, una vez más, donde teníamos que ser honestos y echar otra mirada a las consecuencias de nuestros comportamientos adictivos.

Si nuestros padrinos nos han guiado en la elaboración de un inventario del primer paso, recordaremos cómo nos sentíamos en aquellos episodios. Descubrimos que podíamos identificar nuestros patrones de pensamientos y acciones enfermizos hacia determinadas personas, lugares y objetos, y que eran los que causaban estragos en nuestras vidas y en las de los demás. Revisamos nuestro inventario y nos preguntamos a nosotros mismos: ¿qué persona en sus cabales volvería a practicar comportamientos que producen tal dolor, miseria, pérdida y vergüenza?. En SA nos dijeron que repetir los mismos comportamientos esperando resultados diferentes no era sino una manera de definir la locura. Para la mayoría de nosotros, la conclusión era clara: estábamos locos, y necesitábamos ayuda para salir de esa locura. Si aún teníamos problemas con esta afirmación, lo hablamos con nuestro padrino y con otros miembros veteranos del programa .

Que se nos devolviera el sano juicio implicaba que dejáramos de racionalizar que nuestras mentiras y nuestros comportamientos sexuales no hacían daño a nadie. Empezamos a aceptar la pura verdad de que el sexo o las fantasías románticas no podían llenar el vacío que existía en nuestras almas. Nos dábamos cuenta de que la "próxima vez" produciría los mismos resultados que la " vez anterior", o que las últimas cien veces. Reconocimos que no lo sabíamos todo, que no podíamos con todo, que no lo éramos todo. El primer paso nos ayudó a ver la verdad sobre nosotros mismos; en el segundo paso comprendimos que necesitábamos ayuda para renunciar a nuestros comportamientos enfermizos. En la medida en que asistíamos a las reuniones y trabajamos el programa, experimentamos una confianza cada vez mayor en nuestro padrino, en nuestros compañeros de recuperación, en el programa de los doce pasos y, finalmente, en un Poder Superior tal y como cada cual lo concebía. Tener la buena voluntad para confiar era la clave del segundo paso. La solución estaba en un Poder Superior a nosotros mismos que nos devolviera la cordura.

Testimonios de los miembros de SA

 ¦¦ 1 ¦¦

 !Ahí estaba la respuesta! Un poder superior a mí mismo me sanaría de esta terrible aflicción. En cuanto leí el Problema, la Solución y los Doce Pasos por vez primera, supe que había encontrado la respuesta que había estado buscando. El concepto de un poder superior a mi, al  cual yo llamo Dios, tenía que ser la solución; había dejado de ser mi propio Poder Superior.  Se me saltaban las lágrimas por el alivio y la identificación que sentía. Mi esposa me había abandonado, mi carrera profesional se desmoronaba, y no podía dejar de practicar la lujuria mínimamente por un tiempo prolongado. De alguna manera Dios iba a sacarme de este desastre.

Sin tener la más mínima idea de lo tortuoso y retorcido que pudiera ser el camino que me esperaba, fui a una reunión. Dios me envió a un padrino con unas creencias religiosas diferentes a las mías; pudimos trabajar juntos los pasos porque cada uno recibía la guía de Dios tal y como lo entendía.

¦¦ 2 ¦¦

Mi padrino me dijo que mi Poder Superior sería todo aquello frente a lo que yo me arrodillara. Me había arrodillado ante mi propio cerebro porque era lo que me había funcionado durante mucho tiempo. Gracias a él podía parecer una persona exitosa; me había sacado de más de un apuro; me permitía manipular cualquier situación para salirme con la mia. Podía pensar en cómo evitar mis emociones diciéndome a mí mismo que no era de esta forma como debía sentirme o que no era así como debía pensar. Podía racionalizar una determinada situación para poder así enfrentarla. ¿Cómo se que era esto en lo que yo creía?. Porque era a esto a lo que recurría cuando tenía problemas. Acudía a mi propio lugar de adoración: yo mismo. Era un adicto a mí mismo.

La lujuria era otro dios al que me agarraba. La electricidad que me proporcionaba me daba la esperanza que necesitaba cuando tenía un mal día. Llegué a confiar en ella. Me agarraba a las imágenes mentales de una próxima esposa, por si acaso no me iba bien con la que tenía. Necesitaba desesperadamente la aprobación de otras personas para llenar ese profundo vacío que había dentro de mí. Era muy sensible a las opiniones que los demás tuvieran de mi persona. Mi problema era que quería una ovación de la gente solo por sacar la basura a la calle. Tenía que tener la razón; no podía decir que me estaba equivocando en casi todo en mi vida. Si lo admitía, ello hubiera supuesto la aniquilación de aquello en lo que más creía: yo mismo.

Llegué a SA, empecé a leer la literatura todos los días y a asistir a varias reuniones a la semana. Me busqué un padrino y empecé a trabajar los pasos bajo su dirección. Dejé de practicar la adicción; hacía muchísimas llamadas a otros compañeros. Algo me estaba sucediendo y yo no era el centro de ese algo. El Paso Segundo me permitió cerrar los ojos, respirar profundamente, y descansar en los brazos de mi Poder Superior.

¦¦ 3 ¦¦

Después de unas pocas semanas de sobriedad me pregunté por qué no estaba practicando la adicción. Aún quería practicarla, pero no lo hacía. En mi opinión, lo que ocurría era que mi Poder Superior me detenía, y que yo le estaba escuchando. Ese fue mi segundo paso. Cuando veía una mujer atractiva, giraba la cabeza inmediatamente en dirección contraria. Yo creía que era mi Poder Superior el que la giraba, porque yo quería mirar. Fue entonces cuando interioricé la frase: "el Poder Superior me mantiene sexualmente sobrio".

Había estado sobrio unos dos meses cuando empecé a sentirme muy enfadado. Me justificaba con que lo único que yo quería era mirar a mujeres, y nada más. Empecé a golpear mi rodilla con mi puño, a la vez que decía: "¿por qué no puedo sólo mirar?" Fue entonces cuando escuché la voz de Dios que me decía: “porque sencillamente no puedes". Acepté esa respuesta y permanecí sobrio.

¦¦ 4 ¦¦

Mis pensamientos a menudo son confusos cuando recibo una descarga de lujuria. Mi fantasía se desboca, e imagino diversas situaciones que me parecen muy reales y factibles. Son mis emociones las que disparan y sustentan estas fantasías. En medio de una descarga de lujuria no puedo pensar con claridad, ni puedo ver la locura de mis fantasías, y mi mente me dice "claro que sí, ella quiere que detenga el automóvil y vaya a abrazarla".

La solución que he encontrado en mi caso es la de no pensar y tan sólo preguntarme: "¿qué es lo siguiente que debo hacer? ¿Cuál es la acción correcta?". Por extraño que parezca, esa acción que debo tomar siempre se me presenta con claridad. Preguntarme a mí mismo "¿qué es lo siguiente que debo hacer?" me aparta de la fantasía y me devuelve a la realidad. A menudo ha salvado mi sobriedad y mi vida misma.
 
¦¦ 5 ¦¦

Estoy enormemente agradecido por el milagro de mi recuperación. Hay un poder fuera de mí, más fuerte que yo, que puede y está dispuesto a concederme un indulto diario y cada hora de mi adicción. Ese Poder es Dios. Sigo peleándome con mis ingobernables defectos de carácter, tales como los celos, la ira y la pereza. Cuando le entrego cada uno de esos defectos cada vez que aparecen, él me libera del poder que tienen sobre mí. Después de ocho años de sobriedad, aún me cuesta desprenderme de ese viejo sentimiento de no ser una buena persona. Pero Dios sigue ahí para mostrarme que soy una persona buena y generosa. Estoy agradecido de ser un miembro sobrio de SA, consciente de que no soy un ser horrible sino un enfermo, y de que Dios se ocupará de mí.

Algunas cuestiones a considerar:

1) ¿Qué tipo de experiencias espirituales he tenido?
2) Si pudiera concebir a mi Poder Superior, ¿cómo sería?
3) ¿Estoy enfadado o resentido con mi Poder Superior?. ¿Por qué?
4) ¿Qué aspectos de falta de sano juicio veo en mi vida? ¿Estoy dispuesto a hacer una lista con ellos y a compartirlos con mi padrino?
5) ¿Qué significaría para mí tener sano juicio?. ¿En qué me gustaría ser diferente?
6) ¿Qué barreras llegué a cruzar mientras practicaba la adicción, que nunca pense en cruzar?
7) ¿A quién hago responsable de mis problemas en mi vida?: ¿a mí mismo?; ¿a Dios?; ¿a otras personas?; ¿por qué?.
8) ¿Creo que el conocimiento de mí mismo me sanará de mi adicción?
9) ¿Pienso que alguna vez seré capaz de devolverme a mí mismo el sano juicio?
10) ¿Cómo concibo a mi Poder Superior?

Los pasos en acción

Un método para preparar un inventario del segundo paso

Abre un cuaderno con espiral de forma que haya dos páginas en blanco donde escribir. Divide la página de la izquierda en tres columnas; la página de la derecha sería la cuarta columna. En la página de la izquierda, escribe  como título de la columna que está en el extremo izquierdo (col.1) “personas influyentes”; a la columna de en medio (col.2) titúlalo "Lo que sucedió"; y a la de la derecha (col.3) llámala "Lo que aprendí" (las viejas ideas). A la página de la derecha la llamaremos "La Verdad que hoy elijo creer "

Rellena las columnas en orden, empezando por arriba. En la primera columna (col.1), "Personas influyentes", empieza con una lista de personas que influyeron sobre tí cuando eras un niño. Para la mayoría de nosotros, mamá y papá encabezarían la lista. Otros podrían poner a sus padrastros, madrastras, abuelos, abuelas, hermanos, hermanas, vecinos, profesores, autoridades religiosas y otros que no sean de su familia. En la columna 2 describe cuál fue tu experiencia con esta persona, y en la columna 3 lo que llegaste a creer acerca de "un poder superior a tí mismo" como resultado de lo sucedido con esa persona.

Según vayas haciendo una lista con tus propias experiencias empezarás a ver algunas de las viejas ideas que podrían entorpecer el trabajo del Tercer Paso. No te preocupes si alguna de las experiencias e ideas parecen repetitivas; podrían tratarse de esas creencias profundamente arraigadas que la mayoría necesitamos cambiar.

Una vez completada esta parte del inventario, habrás identificado algunas ideas y falsas creencias que podrían estar obstaculizando tu recuperación. Algunas de las ideas que contiene el capítulo 4 de Alcóholicos Anónimos podrían serte útiles. Posiblemente desees hablar de ellas con tu padrino o prefieras hablar con un ministro religioso u otro guía espiritual.

En la columna 4 escribe lo que ahora crees acerca de tu Poder Superior. Cuando hayas completado esta columna, habrás descrito alguno de los atributos de un Poder Superior que pueden devolverte el sano juicio. Condensa estas verdades que acabas de descubrir en una lista de sencillas afirmaciones que puedas repetirte cada día. Puede que de nuevo necesites la ayuda de tu padrino, ministro religioso u otro guía espiritual. Escribe estas afirmaciones en una tarjeta e incorpóralas a tus oraciones matutinas.

Ejemplo de inventario del segundo paso

Col.1. Personas influyentes
Col.2. Lo que sucedió
Col.3. Lo que aprendí (las viejas ideas)
Col.4. La verdad que elijo creer hoy

Mamá:

Me pegaba a mí y a mis hermanos por faltas pequeñas o imaginarias
Dios es cruel y me castigará con severidad cuando se enfade
Mi Poder Superior es bueno y amoroso

Se quedó paralizada por el miedo cuando mi hermana estaba herida; no pudo siquiera llevarla al médico.
No puedo confiar en un Poder Superior; debo cuidar de mí mismo
Mi Poder Superior sabe lo que necesito y me lo proporciona

Papá:

Siempre estaba en el trabajo; no tenía tiempo para sus hijos
Dios está demasiado ocupado
Mi Poder Superior se complace en mí

No me protegía a mí y a mis hermanos de Mamá
A mi Poder Superior no le importa que yo sufra
Mi Poder Superior lloraba cada vez que yo sufría

Descubrí la lujuria pasiva en la pornografía de papá
Es voluntad de Dios que sea perseguido con lujuria
La voluntad de Dios para mí es permanecer sobrio y libre de la lujuria.

Lecturas recomendadas:

Alcohólicos Anónimos:

"La historia de Bill". Págs. 1-15
"Nosotros los agnósticos". Págs. 41-53
"Experiencia espiritual". (Apéndice II) Págs.173-174

Sexólicos Anónimos:

Segundo Paso. Págs. 91-94
La victoria sobre la Lujuria y las Tentaciones. Pags.156-171

Doce Pasos y Doce Tradiciones:

Segundo paso Págs 23 -31