Primer Paso

Admitimos que éramos impotentes ante la lujuria y que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables.
 
El primer paso consiste en una absoluta admisión de derrota. “Estamos vencidos” -decíamos-,  “no podíamos abandonar nuestras prácticas enfermizas”. La lujuria nos estaba matando. Pero es en esta admisión de nuestra debilidad donde recibimos un regalo inesperado. En la aceptación de la realidad, reconociendo nuestra enfermedad y asumiendo nuestro fracaso, fue como hallamos la esperanza. Era el comienzo de la capitulación. Empezamos a caminar por la senda que nos conduce a la recuperación.
 
Empecemos por examinar las palabras que contiene el Paso:
  
¿Qué significa admitimos? Muy sencillo. Yo solo no puedo. El “nosotros” reemplaza al “yo”. No bastaba con que yo admitiera que soy sexólico, tenía que admitirlo con ustedes. Yo lo admito, tú lo admites, nosotros lo admitimos.  Cuando admitimos nuestra impotencia a otros, y éstos a su vez admiten la suya, ocurre algo especial. Reconociendo la verdad sobre nosotros mismos, disminuye el poder que nuestros secretos tenían sobre nosotros. Parte de la culpa y de la vergüenza se desvanecen, y comenzamos a ver con honestidad qué es lo que de verdad ocurre en nuestras vidas. Es ahí donde recibimos ese regalo.
 
¿Qué es aquello que admitimos? Admitimos que somos impotentes. ¿Qué significa “impotente”?. Así lo describe un miembro:

Mi automóvil se queda parado en mitad de la vía de un tren y no arranca. Me quedo encerrado en el vehículo. No puedo abrir la puerta; no puedo abrir la ventana; no puedo salir. Viene el tren y no tengo poder para evitar que el tren se lleve mi automóvil por delante ni tampoco para salir de éste y ponerme a salvo. ¿Qué es aquello sobre lo que no tengo poder?. Ese tren que se abalanza sobre mí es la lujuria. No se  trata de que yo sea impotente ante mis actos sexuales compulsivos.  Soy impotente ante la lujuria.

¿En qué consiste entonces la lujuria?. La lujuria consiste en pensamientos y emociones desmedidos e irracionales que nos llevan a usar o a manipular a otros, a nosotros mismos o a objetos, con un ánimo autocomplaciente y autodestructivo. Lujuria es lo que obtenemos cuando imponemos una actitud espiritualmente distorsionada sobre un impulso natural. Es una obsesión. Nos vemos arrastrados sin remedio a ella, produciéndonos una y otra vez un dolor persistente a cambio de breves momentos de placer.  Cuanto más practicamos la lujuria, mayor es el hambre que nos provoca; cuanto más practicamos la lujuria, mayor es el hambre que nos provoca; cuanto mayor es el hambre, más la practicamos. Cualquier esfuerzo por controlarla o detenerla se topa con una reacción en nuestro cerebro, el cual espera aquello que le ha venido estimulando y cuya carencia percibe como una privación. La compulsión hace que la obsesión sea cada vez mayor. De forma que, por mucho que cada vez seamos más conscientes de que tenemos un problema, volvemos con nuestro automóvil una y otra vez a las vías del tren.
 
Si pensamos en algo, y ese pensamiento lo repetimos de forma emotiva en nuestra cabeza una y otra vez, al final ese algo se convierte en realidad. En otras palabras, un edificio no se construye poniendo un ladrillo sobre otro; se crea a partir de una idea del arquitecto que primero pensó, luego soñó, y sobre la que luego trabajó y se esforzó para que se hiciera realidad. Si dejamos que un pensamiento lujurioso persista en nuestra mente sin hacer algo al respecto, iniciaremos todos los cambios físicos, mentales, espirituales, emocionales y neuronales  que se producen dentro de nosotros. Si estos pensamientos de lujuria se repiten, al final los habremos hecho realidad. Lo que hemos creado (sexo con nosotros mismos, fuera del matrimonio o cualquier otra forma destructiva de practicar la adicción) no es sino el resultado de la lujuria. La lujuria es más poderosa que nosotros.
 
Es fundamental que tomemos conciencia del problema si queremos lograr la sobriedad. Uno de los mayores obstáculos que nos encontramos para alcanzar ésta y permanecer sobrios es nuestra incapacidad de comprender, aceptar y admitir en toda su extensión nuestra impotencia ante la lujuria. Es nuestra admisión de impotencia la que nos conduce hacia la libertad física, mental y espiritual. Esta es la clave de la impotencia para el sexólico: realizamos un acto como consecuencia de la lujuria, obtenemos un resultado negativo, y sin embargo volvemos a repetirlo con la vana esperanza de que esta vez el resultado sera diferente. Esta es la clave de nuestra impotencia, y como resultado nuestras vidas se vuelven ingobernables. 
 
La segunda parte de este paso nos habla de la ingobernabilidad. Se trata de nuestra incapacidad para enfrentarnos a la vida tal y como es, en la medida en que nuestro comportamiento y pensamiento sexólicos esten  presentes. Nuestra experiencia nos demuestra que una vida gobernada por la lujuria arrastra consigo confusión, caos, miseria y desastre. Algunos de nosotros hemos sido arrestados por nuestras prácticas adictivas; otros tuvieron más suerte y no fueron atrapados. Hemos sufrido de múltiples maneras y hemos hecho sufrir a otros, incluidos aquellos a quienes más queríamos. Hemos perdido matrimonios, o hemos ido de un matrimonio vacío a otro durante años. Estábamos demasiado absortos en nuestra droga de lujuria como para procurar la intimidad o para prestar atención a las necesidades más básicas de nuestros maridos, esposas o hijos. No escuchábamos a nuestra conciencia e invocábamos la ayuda de Dios, mientras seguíamos con nuestras conductas enfermizas. Experimentábamos una repulsión moral por hacer aquello que no queríamos hacer, y que sin embargo nos veíamos compelidos a practicar.
 
Algunos de nosotros hemos perdido amigos, o hemos sido incapaces de tenerlos. Hemos evitado a personas o trabajos porque teníamos miedo. Muchos éramos incapaces de tener y mantener ningún tipo de relación íntima porque teníamos que proteger nuestros secretos. Hemos perdido trabajos o hemos subsistido en cargos poco gratificantes y a menudo mal remunerados porque nuestra energía no estaba puesta en nuestro trabajo. Nos hemos pasado buena parte de nuestras vidas balanceándonos al borde del abismo. Hemos echado por tierra carreras, hogares y vidas. Algunos hemos estado hospitalizados por depresión, otros han tratado de suicidarse, y algunos más se han suicidado, porque el sexolismo destrozaba nuestro ser físico, emocional y espiritual.
 
En el Primer Paso admitimos que éramos impotentes y que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables. Lo admitimos a nosotros mismos, a nuestro padrino o madrina, y ante nuestro grupo. Salimos de nuestro aislamiento; al fin sacamos a la luz nuestros secretos. Fue desde el momento que mostramos nuestra debilidad cuando empezamos a encontrar esperanza. 
 
 Testimonios de los miembros de SA
 
¦¦ 1 ¦¦

Para mí fue sencillo. Me vi forzado a admitir la derrota. Movido por mi ego no podía ni quería admitirla. Y si no admitía que había sido derrotado, significaba entonces que no había claudicado, y que por tanto no cedería; ya encontraría la forma. De ningún modo estaba dispuesto a derrotarme, mi vida estaba descontrolada y sin embargo creía que podía hacer que funcionar, podía hacer que fuera diferente, sólo necesitaba otra oportunidad. Una y otra vez practicaba los mismos actos lujuriosos, una y otra vez, las mismas promesas de dejar de practicarlos. No importaba lo mucho que me esforzara, no podía parar.

Totalmente descontrolado, al fin me derroté, la lujuria me había vencido. Hice una llamada telefónica y admití que yo solo no podía parar, necesitaba ayuda, estaba perdido en mi interior y solo, no tenía dónde ir. Desesperado, derrotado en todos los sentidos, solté las riendas y vine a SA. Sólo cuando me vi vencido pude escuchar a otros miembros decir "suelta las riendas y entrégaselo a Dios". Entonces, y sólo entonces, pude comprender que este era un programa que funciona desde el "nosotros", que nunca tendría que trabajarlo solo.

¦¦ 2 ¦¦

Me dí cuenta de que intentar trabajar este paso sin un padrino era una tarea inútil y desesperanzadora. Tuve que reconocer que el Primer Paso trata sobre la parte de "nosotros" de que habla el programa de SA. Puesto que ya tenía las "doce instrucciones", con mi aguda mente sexólica pensé que con solamente ir a las reuniones podía hacer este programa yo solo, sin necesidad de un padrino. Confiaba en que el grupo me proporcionaría apoyo, compañerismo y un lugar donde depositar toda mi basura emocional. Se me olvidaba que eran mis mejores ideas las que me habían llevado al caos en que se había convertido eso que yo llamaba mi vida. Con una recaída detrás de otra, fui incapaz de mantenerme sobrio hasta que estuve dispuesto a tener la confianza en otro miembro para que fuera mi padrino, así como a escuchar sus indicaciones y sugerencias acerca de mi trabajo de los pasos. Por fin pude confiarle todos mis secretos; me hizo comprender que un primer paso sin ayuda no era sino un primer paso incompleto. Siguiendo por completo sus indicaciones pude parar de recaer y alcanzar el primer periodo de sobriedad sexual de mi vida adulta.

Volví a escribir mi primer paso con la guía de mi padrino. Esta vez decidí leérselo a mi grupo. Para mí, la aceptación del grupo y que no me condenaran ni me juzgaran, aun habiendo conocido mis más oscuros secretos, fue lo más parecido al amor incondicional que había experimentado en mi vida. Después de haberlo leído, sentí una libertad verdadera.

¦¦ 3 ¦¦

A medida que me iba desintoxicando de mi lujuria y mis prácticas adictivas, sentía cómo la enfermedad me atacaba en lo más hondo; mi impotencia había ido más lejos de lo que había imaginado. Un día, mientras daba mi paseo diario, me di cuenta de que estaba rastreando un lado y otro de una calle concurrida en busca de objetos con que satisfacer mi lujuria. Era un mecanismo automático que mi mente accionaba cuando estaba en ciertos lugares públicos. A veces parecía que mi primer impulso ante cualquier persona, lugar o emoción era de lujuria. El segundo era de vergüenza. Llegué a calificar a estos impulsos de lujuria y de vergüenza como de artritis del alma. Hasta que no los acepté  con el espíritu del primer paso, no estuve preparado para pedir y recibir el alivio y la fortaleza de mi Poder Superior.

¦¦ 4 ¦¦

Nuestra familia se había mudado hacía poco a otra ciudad; mi esposa estaba embarazada de nuestro segundo hijo. Había estado enganchado a mis comportamientos sexuales compulsivos durante veintiocho años. De manera progresiva, la lujuria estaba dominando mi vida. Una vez más, esperaba que cambiando de lugar y de profesión podría detener la práctica de la adicción, pero descubrí que ésta aún aumentaba con mayor frecuencia y virulencia. Como tenía poco tiempo durante el día para practicarla, empecé a levantarme de madrugada para pasar a mis rituales -mientras mi familia estaba durmiendo. Había cruzado otra barrera.

Cada vez pasaba más tiempo durante el día fantaseando acerca de lo que iba a hacer por la noche. Mis pensamientos lujuriosos eran cada vez  más tenebrosos y destructivos; tenía la clara intuición de que  no viviría para ver dar a luz a mi mujer. Para la mayor parte de la gente daba la impresión de que mi vida era estupenda; nadie podía haber imaginado lo ingobernable que era en verdad. Me esforzaba por ocultárselo a todo el mundo, sobre todo a mí mismo. Mantenía de hecho una doble vida que ponía en peligro todo aquello que más quería.

Mi obsesión con la lujuria me había llevado a cruzar una barrera tras otra. Por ejemplo, me había prometido a mí mismo que nunca practicaría la adicción en el trabajo. Sin embargo, eso es precisamente lo que llevaba haciendo durante meses, desde que había sido ascendido. Mi jefe una vez entró en la habitación de al lado y me llamó mientras yo estaba con mi adicción; si hubiese llegado a caminar unos pasos más habría perdido mi trabajo y me hubiera tenido que enfrentar a las consecuencias legales y a que todos lo supieran. Me hubiera tenido que separar de mi familia, a la que yo tanto quería.

La lectura del libro Sexólicos Anónimos me ayudó a darme cuenta de que era un sexólico y de que yo solo no podía mantenerme sobrio. SA me ayudó a comprender que la lujuria era la fuerza impulsora de todos mis comportamientos sexuales, y que la victoria progresiva sobre la misma era el único camino hacia la libertad. Había intentado detener mis comportamientos compulsivos, pero éstos eran solamente síntomas de mi verdadero problema: la lujuria. Más adelante SA me enseñaría también que no podía vivir en ese agujero infectado de resentimientos en que estaba.

Los Doce Pasos y las Doce Tradiciones me hicieron ver con claridad que mi recuperación empieza por la aceptación de mi "devastadora debilidad y de todas sus consecuencias". Esto me ayudó a comprender que sólo podría recuperarme si me sujeto al programa de Sexólicos Anónimos de la misma manera que una persona que se está ahogando se agarra a un salvavidas.

¦¦ 5 ¦¦

Mucho antes de que encontrara un nombre para mi problema -sexolismo-, yo ya sabía que era impotente ante el mismo. Había intentado parar innumerables veces, y siempre había fracasado. Con los años, había llegado a aceptar este oscuro secreto como parte de mi vida.

Descubrir que existía SA me dio esperanza. En mi primera reunión me identifiqué de inmediato con las personas que compartían acerca de su impotencia ante la lujuria y sus prácticas sexuales adictivas. Me dijeron que sólo un poder más grande que ellos mismos podía liberarles de esa lujuria. Sin embargo, no comprendía lo que me explicaban acerca de cómo sus vidas se habían vuelto ingobernables. Incluso habiendo trabajado mi Primer Paso durante cuatro meses en el programa, aún no había captado de qué manera mi vida se había descontrolado.

Tres meses después, ingresé en un centro de tratamiento para adictos al sexo. Le dije a mi terapeuta que comprendía la parte del Primer Paso que trataba de la impotencia, pero que no llegaba a ver en qué consistía mi ingobernabilidad. Con voz calmada, ella me recordó algo que era obvio: "En primer lugar, estás ingresado en un centro siquiátrico para someterte a un tratamiento de treinta y cinco días que va a costarte unos 20.000 dólares. Eso me parece un poco ingobernable". De mala gana tuve que admitir que tenía razón, pero añadí: "bueno, pero aparte de eso, no veo ingobernabilidad alguna por ninguna parte". A lo que ella respondió: "muy bien, no estás trabajando durante estas cinco semanas, estás a ochocientas millas de tu mujer..." La relación que hizo de estos hechos me ayudó a romper con mi negación. Hice una lista de más de treinta episodios en los que mi sexolismo había hecho mi vida ingobernable. El peso de mi adicción sobre mi vida había sido demoledor.

A medida que mi sobriedad se ha ido fortaleciendo con los años mediante el trabajo de los pasos, he llegado a darme cuenta de las múltiples formas  en que mi vida se había vuelto ingobernable a causa de mi sexolismo. Me resulta de verdad desconcertante que no fuera capaz de darme cuenta hasta que estuve algún tiempo en recuperación. Viéndolo con cierta perspectiva, ahora veo que en verdad no quería admitir que estaba tan enfermo como cualquiera de los presentes en aquellas reuniones de SA. Creo que mi enfermedad quería hacerme creer que de alguna forma yo era diferente.

Lo bueno es que hoy ya no tengo que vivir con esa ingobernabilidad. Mi vida en recuperación es prueba suficiente de que tengo sobriedad y serenidad, siempre que asista a las reuniones, trabaje los pasos y las tradiciones en todas las facetas de mi vida, llame a mi padrino con regularidad, siga sus instrucciones, y deje que sea Dios quien dirija mi vida.

Los pasos en acción
Primer Paso

Una versión personal del Primer Paso

Mi padrino me indicó que extrajera aquellas palabras que fueran claves en el texto del Primer Paso, y que escribiera el significado de cada una. Luego nos sentamos los dos a examinar cuál habia sido el resultado de esta tarea -una hoja llena de definiciones-, y a rodear con un círculo aquellas que parecían más aplicables. Mi lista era algo así como:

Admitir: reconocer, aceptar, confesar.

Impotente: indefenso, incapaz.

Ingobernable: incontrolable.

Nuestras vidas se definen por nuestros pensamientos, emociones y acciones.

Luego escribí una breve relación de aquellas prácticas sexuales y disparadores que me trajeron a SA. Mi lista era algo así como: masturbación, chats por internet, imágenes en internet, imágenes y vídeos pornográficos, convertir a las personas en objetos sexuales, y fantasías románticas. Utilizando toda esta información, escribí mi versión personal del Primer Paso:

"Admito que soy incapaz por completo de controlar mi lujuria, tal y como se manifiesta en la masturbación, imágenes por internet, chats por internet, pornografía, convirtiendo a las personas en objetos sexuales, y en la fantasía romántica, y que he perdido el control sobre mis pensamientos, emociones y acciones".

Mi padrino me dijo que escribiera esta versión personal del primer paso en una cartulina pequeña, y que la llevara conmigo a fin de que a diario me recordara a mí mismo por qué soy un miembro de SA. A continuación, comencé el inventario del primer paso.

La elaboración del inventario del primer paso

Cuando llegamos a Sexólicos Anónimos se nos dijo que fuéramos a tantas reuniones como fuera posible, conseguir números de teléfono y usarlos a diario, empezar a leer literatura todos los días, buscarnos un padrino (aunque fuera uno temporal) y empezar a trabajar los pasos. Necesitábamos de un padrino porque el engaño y la autojustificación formaban una parte tan importante de nosotros que nos creíamos nuestras propias mentiras. A causa de nuestra negación, seguíamos con nuestra forma de pensar y comportamientos sexólicos. Un padrino nos ayudaría a comprender cuál era nuestra verdadera condición.

También nos dijeron que necesitábamos escribir nuestro primer paso con la ayuda de nuestro padrino. El propósito de que el primer paso fuera por escrito consistía en que descubriéramos en lo más profundo de nosotros que éramos sexólicos, que éramos impotentes ante la lujuria, y que, valiéndonos solamente de nosotros mismos, nuestras vidas seguirían siendo ingobernables.

En la medida en que vamos viendo la verdad escrita acerca de nosotros mismos, este paso a menudo nos acarrea una sensación de incomodidad. Algunos nos hemos pasado tardes enteras en casa de nuestro padrino escribiendo la lista. Tener a alguien cerca puede ayudar a sentirnos a salvo de la lujuria, lo que nos permite estar cara a cara con el dolor, el miedo y la vergüenza. Otros han escrito sus inventarios en talleres donde un grupo de personas en recuperación nos reunimos y nos prestamos mutuo apoyo mientras escribimos acerca de nuestras dolorosas experiencias. Estas reuniones nos permitían hacer juntos lo que no podíamos hacer solos.

Nuestros padrinos nos dijeron que no nos pillara por sorpresa si algunas partes de este trabajo del primer paso nos disparaban o despertaban la lujuria, ya que podía ser normal que reaccionáramos con lujuria frente a cualquier emoción o situación. Cuando algo así ocurría, llamábamos inmediatamente por teléfono a otro miembro de la comunidad.

Una vez que escribimos nuestro inventario del primer paso, nos reunimos con nuestro padrino para revisarlo. Nuestro padrinos señalaban aquellos puntos que tenían más bien un propósito de impactar o de mostrarnos a nosotros mismos como víctimas, más que de admitir nuestra impotencia e ingobernabilidad. Nuestro padrino nos ayudó a escribir cada ejemplo de nuestra adicción de manera que relataran la verdad, sin adornarla y sin dramatizar, respetando además los sentimientos de los otros miembros que nos escucharan cuando lo leyéramos en el grupo. Evitábamos detalles específicos que pudieran detonar la lujuria o crear problemas legales a nosotros mismos o a otros miembros.

Cuando leamos el primer paso en una reunión destinada al efecto, no debemos describir imágenes de forma gráfica o explícita. Aunque a veces resulta necesario "sacar a la luz" imágenes que nos sobrepasan para que pierdan su fuerza, es mejor que esto lo hagamos en privado con un padrino o con otro miembro experimentado de SA. Por respeto a otros miembros del grupo, evitamos también el lenguaje grosero.

A muchos de nosotros nos daba vergüenza compartir los secretos que habíamos puesto por escrito, y aún así nuestro padrino nos pidió que leyéramos nuestro inventario del primer paso a nuestro grupo. A esto lo llamamos "sacar a la luz" nuestro primer paso. Esta idea nos asustaba. En las familias y vecindarios en que algunos de nosotros crecimos, mostrar nuestras debilidades a los demás era algo así como sangrar en medio de un bandada de tiburones. Algunos también nos temíamos que después de que hubiéramos compartido acerca de la naturaleza violenta, ofensiva o vergonzosa de nuestras prácticas adictivas, otros miembros reaccionaran de forma negativa, con enfado o repugnancia. !Puede que nos dijeran que nos largáramos!, y sin embargo, la respuesta del grupo era siempre muy distinta: en lugar de juzgarnos, recibimos su amor y su apoyo. En esta fraternidad siempre hablamos de romper brecha con nuestras debilidades. Este proceso del primer paso consiste en admitir nuestra impotencia. En la comprensión y aceptación de nuestra impotencia, está nuestro camino hacia la liberación.

Cuando escribimos el inventario del primer paso no estábamos componiendo ninguna obra literaria. Nos olvidamos de lo bien o mal que iba a que iba a quedar o a sonar a los demás. Garabateábamos la verdad sobre el papel tal y como la íbamos recordando. No te explayes acerca de quién fue la culpa. Los hechos de tu vida son precisamente eso: hechos. El propósito de este paso no consiste en juzgar si actuaste bien o mal, o cómo actuaron tus padres o cualquier otra persona; el propósito está en que admitas honestamente que eres impotente y que tu vida es ingobernable, y que lo hagas por tí mismo. Las siguientes preguntas son a modo de ejemplo; la mayoría de nosotros podremos fácilmente aportar aún más con la ayuda de nuestro padrino.

Empezamos con un vistazo a nuestro historial con el sexo.  Recapacitamos acerca de nuestros comportamientos, de cómo nos sentíamos cuando los practicábamos, y de cómo nos sentimos ahora. Respondíamos a preguntas tales como:

1. ¿Cuál es mi primer acto sexual que recuerde? ¿Tuvo algo de compulsivo o pervertido?
2. ¿Tuve alguna experiencia sexual fuera de lo común antes de la pubertad?
3. ¿Cuándo descubrí la masturbación? ¿Se convirtió en algo frecuente y compulsivo?
4. ¿Han ocupado mis fantasias románticas o sexuales buena parte de mi tiempo?
5. ¿Me visto de manera provocativa?
6.  ¿He sentido que debía de tener una relación con otra persona para estar a gusto conmigo mismo/a?
7. ¿He estado en varios “líos” o relaciones seguidos o a la vez?
8. ¿Cubría mis emociones con dosis de fantasia sexual o romántica?         
9. ¿Eran los "preparativos” de la relación o cortejar a una persona más importantes que la relación misma? ¿La práctica de la adicción ha saciado alguna vez mi “deseo de más”?
10.  ¿Me he dañado a mí mismo/a o a otros física, emocional o espiritualmente?
11. ¿Me he arrepentido de lo que he hecho, he sentido vergüenza o he estado deprimido/a como consecuencia de mis fantasías o mi conducta sexual? ¿Entraban mis conductas sexuales en conflicto con mis convicciones o creencias religiosas?
12. ¿Qué fue lo que finalmente me trajo a SA? ¿Cómo fueron los últimos episodios de mi adición?
 
 
A continuación, reflexiona acerca de la impotencia. Hazte preguntas tales como:

1. ¿He estado a veces tan borracho/a de lujuria que ya no era consciente del mundo que me rodeaba, o de las decisiones que tomaba?
2. ¿He llegado a extremos absurdos para conseguir pornografía, vivir en mis fantasías románticas, o estar con mi pareja?
3.  ¿Me he masturbado mientras conducía?. ¿He practicado la adicción en lugares públicos?
4. ¿He practicado el sexo con personas que no significaban nada para mí, o con personas que no me gustaban? ¿Convertía a las personas en objetos de mi lujuria? ¿Me fijaba solamente en aquellas personas de mi entorno que me resultaban atractivas?.
5.  ¿Qué es aquello que hice y que no quería hacer?. ¿Con quién o quiénes me he relacionado y con los que, en condiciones normales, nunca me hubiera relacionado? ¿A qué lugares he ido que, en condiciones normales, nunca hubiera ido?. ¿Está la lujuria controlando mi vida?
6. ¿Hice cosas que mi conciencia me decía que no debía estar haciendo? ¿Me puse a mí mismo/a en situaciones peligrosas?
7. ¿Me vestía, flirteaba o manipulaba a otros para que se me persiguiese con lujuria?
8. ¿Había determinadas zonas por las que no podía pasar con el coche sin practicar la adicción? ¿Iba a determinadas zonas o lugares para acechar o espiar a alguien?. ¿Me he sorprendido a mí mismo/a mirando por las ventanas?
9. ¿Hice cosas que me daban asco o me llenaban de vergüenza?
10. ¿Crucé barreras que me había puesto a mí mismo/a?. ¿Me resultaba imposible decir no?
11. ¿Qué promesas me hice a mí mismo/a o a otros?. ¿Las mantuve?
12. ¿Cuántas veces he intentado parar sin lograrlo? ¿Qué ocurría cuando no lo conseguía?

Haz ahora una lista de ejemplos de tu vida ingobernable, esto es, de cuáles son las consecuencias de tu adicción. A veces podrás identificar una consecuencia directa de un determinado episodio que antes habías descrito en la lista acerca de la "impotencia", y ahora situarla en la lista de la "ingobernabilidad". Las siguientes preguntas, a modo de ejemplo, pueden guiarte en tu reflexión:

1. ¿Cuánto tiempo he pasado obsesionado/a con el sexo?. ¿En qué medida ese tiempo que he empleado en la adicción ha afectado a otras áreas de mi vida?
2. ¿Cómo ha afectado mi enfermedad a mi vida familiar, mi(s) cónyuge(s), o, en su caso,  al hecho de no haber estado casado?,  ¿cómo ha afectado a mis hijos o, en su caso, al hecho de no haberlos tenido?.
3. ¿Qué otras relaciones he dañado por la práctica de la adicción o por mi obsesión. ¿Qué amistades he perdido?
4. ¿Ha frustrado la lujuria una relación valiosa con una persona, tanto si esa persona era o no el objeto de mi lujuria?
5. ¿De qué manera mi enfermedad ha afectado mi educación, mi desarrollo personal o a mis capacidades?
6. ¿Cómo ha afectado mi enfermedad a mi trabajo, a mi carrera profesional o a la posibilidad de haber sido ascendido de puesto?. ¿Podría haber sido despedido/a si me hubieran descubierto practicando la adicción?. ¿He sido despedido/a por causa de la adicción?
7. ¿Cómo ha afectado mi enfermedad a mi economía? ¿He perdido dinero o he incurrido en gastos excesivos? ¿Me he quedado atrapado/a en un trabajo mal remunerado?
8.  ¿Me perdía acontecimientos importantes para poder practicar la adicción?. ¿Me inventaba cosas que hacer, viajes o situaciones para poder practicar la adicción?
9.  ¿Cómo ha afectado mi enfermedad a mi reputación o a mi posición social?. ¿Ha afectado negativamente a mi imagen o a la de mis seres queridos?. ¿He estado sometido/a (o lo han estado ellos) a vigilancia por parte de las autoridades a causa de la práctica de mi adicción?. ¿Ha tenido mi adicción consecuencias legales?
10.  ¿He tenido (o lo ha tenido mi pareja) un embarazo indeseado?. ¿He abortado o he pagado un aborto para ocultar mi adicción?
11. ¿He contraído o contagiado alguna enfermedad de transmisión sexual?
12.¿Me han detenido alguna vez como consecuencia de mi adicción?. ¿Podía haber sido detenido/a por lo que he hecho?. ¿Me podían haber denunciado?

Si hubiéramos pensado que podíamos recuperarnos sin la ayuda del grupo, algunos de nosotros habríamos evitado (o al menos pospuesto) la lectura al grupo del primer paso. Sin embargo, nuestro miedo a volver a la adicción era más grande que el miedo a cómo el grupo pudiera reaccionar. El apoyo y la aceptación que recibimos mientras compartíamos nuestro primer paso nos ayudó a liberarnos de la carga de miedo y vergüenza que arrastrábamos. Empezábamos a ver que ya no estábamos solos; que habíamos encontrado un grupo de personas que comprendían nuestro problema y nos daban la bienvenida. Uno de los beneficios que se obtienen del primer paso es la liberación de la vergüenza, el miedo y el aislamiento; otra ventaja es que ahora -al haberlo hecho concienzudamente-,  teníamos una evidencia escrita de la naturaleza y gravedad de nuestra condición. Empezábamos a ver la verdad acerca de nosotros y de nuestra adicción.

Lecturas recomendadas:

Sugerimos a los miembros que lean y estudien las siguientes lecturas  antes de pasar al primer paso:

"Alcohólicos Anónimos" (traducción al castellano)

"La opinión del médico" pp. XVIII - XXIV
"La Historia de Bill" pp. 1 - 15
"Hay una solución",  Capítulo 2
"Más acerca del alcoholismo", Capítulo 3

Sexólicos Anónimos (traducción al castellano)

"El problema" pp. 26 -59
"La rendición -Los Pasos Primero, Segundo y Tercero, pp. 79 - 81
"El Primer Paso" pp. 83-89

Doce Pasos y Doce Tradiciones (Traducción al castellano)

"Primer Paso" pp. 19 - 22